sábado, 3 de noviembre de 2007

LA OTRA CARA DE ALICIA


Crisanto Gregorio León

Como las cosas y las personas no siempre son lo que uno percibe a primera impresión, Alicia en el País de las maravillas, de Lewis Carroll, obra considerada clásica de la literatura infantil, es, en puridad, una concepción ambivalente, pues también es para un público adulto.
De su trama podemos calibrar como una pequeña, caprichosa, mimada, presumida, necia, subjetiva, rebelde y fantasiosa, desarrolla en su mundo onírico una evasión de la realidad para hacer en su aposento psicológico lo que le viene en gana.
Una lógica desquiciada y mayores sin sentidos son los elementos determinantes de Alicia para calibrar su protagonismo como válvula de escape en el abordaje de una filosofía y psicología de la vida que sólo ella concibe y para lo cual recrea personajes tales como: “el sombrero loco, el conejo blanco, el bebé que se transforma en cochinillo, cómeme y bébeme, Humpty Dumpty, Twedledum y Twedledee, entre otros que le acompañan en su circunstancial momento, donde una mixtura entre la “perfección” del mundo real y lo ficticio, se desliza en la esfera de los sueños en el que las simbologías no muestran sino la incapacidad de Alicia para aceptar la realidad, lo que la lleva a transformarla a su antojo en sus pesadillas.
Un protagonista de personalidad controversial para algunos, pero en todo caso dicharachero lo es el gato sonriente, Chesrise, cuya significancia en el mundo mágico de Alicia no es evaluado justamente podría sorprenderles en esta obra, donde se aborda metafóricamente una psicología y una filosofía de la vida en las cuales las fantasías no dejan de poseer su verdad.
No obstante proveer episodios que coadyuvan a reaccionar ante situaciones inéditas, al desechar la realidad por un universo de sueños, Alicia desatiende lo mejor del mundo tangible colocándose peligrosamente en el borde de lo racional.
Los dobles sentidos en el vocabulario y situaciones desatinadas parecen ser de la fascinación de Alicia quien sin ninguna autorización que no sea su lógica infantil, anarquiza la “armonía” del mundo real en sus sueños.
Tal vez para Alicia, hacerse la dormida cuando se le llama o quedarse dormida patentiza su miedo por afrontar su problemática existencial y su verdadero valor fuera de los claustros oníricos, donde no tiene dominio.
Aun cuando las adaptaciones para la lectura de los infantes hacen de esta magistral creación un ligero y ameno entretenimiento para una lúdica comprensión del mundo, no es menos cierto que si usted como adulto ubica en su realidad cada uno de los personajes y las simbologías del cuento, de seguro esto le ayudará a comprender un tanto la trama de la vida.


Abogado
crisantogleon@gmail.com

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