sábado, 3 de noviembre de 2007

LA MUJER DEL CÉSAR

LA MUJER DEL CÈSAR
Crisanto Gregorio León

Aconteció que Cayo Julio César poderoso gobernante romano en tiempos de la última República, tenía una hermosa y virtuosa mujer llamada Pompeya de quien Publio Claudio Pulcro se enamoró perdidamente y ante la imposibilidad de aproxímasele y confesarle su amor, el osado enamorado se disfrazó de mujer y entró al palacio de César para poder acercarse a Pompeya, entonces fue descubierto por las mismas mujeres y denunciado a los guardias que cuidaban el palacio, pero pudo escapar. Sin embargo, Julio César, quien era un hombre de principios y costumbres muy estrictas, a pesar de que estaba claro de que su esposa no tenía culpa del hecho fraguado y protagonizado por Claudio, sin embargo la repudió públicamente y fue entonces que expresó la frase que el historiador Plutarco haría famosa y proverbial al recogerla en su obra: “A la mujer del César no le basta con ser honrada, sino que, además, tiene que parecerlo”.
O sea que las apariencias son tan importantes como las realidades, igual que las formas deben corresponder siempre a los contenidos.
Mal puede pretender alguien convencer a los demás mediante actitudes histriónicas de que su comportamiento es honesto, recto, honrado, moral o ético, o conforme a las leyes, si su conducta demuestra todo lo contrario.
Hay quienes mediante extravagantes simulaciones gritan, lloran incluso para exprimir en los demás el sentimiento de lástima, en tanto se les deje pasar por alto lo que está a la vista, que no es otra cosa que la prueba elocuente de que no es honesta u honesto como lo pregona.
Estos descarados actores y actrices los encontramos en cualquier esfera, en el mundo privado o en la función pública. Una simple sumatoria, una operación de descarte o un argumento en sentido contrario, no deja lugar a dudas la verdadera personalidad de quienes así se comportan.
Al descubrir que una persona que habías colocado como un ejemplo de virtud y sensatez por sus dichos, en razón de lo que preconiza; pero que en un momento inesperado desnude su personalidad y mostrándose cual es, entonces evalúas que la rectitud en ella es una línea zigzagueante o tortuosa a conveniencia, que la honradez es sólo un envoltorio diseñado para encubrir una perversa médula, que no hay respeto por las normas porque las aplica selectiva y alcahuetamente, porque ni siquiera aparenta moderación y cuando lo hace es sólo una mampara para encubrir su carácter escandaloso, que nunca ha sido integra porque se devanea entre el oportunismo y las apariencias, porque es connivente con lo inmoral y lo espiritual no es más que una blasfemia.
Como un castillo de naipes derribado por una sorpresiva brisa, así quedan sobre el piso las falsas virtudes que emperifollaron en algún momento a quien blandiendo estandartes de decencia y rectitud, ahora descubres que es puro cuento.
Solo los necios pueden dar crédito a los dichos de una persona así y no se engaña a quien se sabe engañado.

Abogado
crisantogleon@gmail.com

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