sábado, 3 de noviembre de 2007

EL YO PECADOR


CRISANTO GREGORIO LEÓN

A veces nos encontramos con una imposibilidad ‘involuntaria’ de emplear correctamente los pronombres personales y cuando debemos decir yo, decimos nosotros, para diluir culpas y responsabilidades; o cuando debemos decir nosotros, decimos yo para arrogarnos méritos. De forma que en una inversión de la primera persona del plural con la primera persona del singular, los seres humanos incurrimos muchas veces en injusticias e imprudencias.
De manera jocosa recuerdo que en una homilía, el sacerdote, explicando el ‘yo pecador’, nos exponía algo muy serio; que no se decía ‘por tu culpa, por tu culpa, por tu grandísima culpa’, sino que cada quien debía asumir su pecado, su trasgresión a las normas divinas o humanas y no querer exonerarse de responsabilidad endilgándosela al prójimo o al hermano. Y es que preferimos endosar las culpas a los demás e invertimos el ‘yo’ por ‘el’ o por ‘ellos’.
Sin lugar a dudas, es práctica generalizada excluirse cuando las cosas no salen como debieran, al igual que es práctica generalizada utilizar la primera persona del singular cuando las cosas salen bien por obra de otros, del conjunto, del colectivo o del equipo, y el yo narcisista se precipita a ponerse los laureles.
Imagínese, nada más, que el 21 de julio de 1969, Neil Armstrong, al momento de pisar la luna, en un pequeño arrebato de egolatría, en lugar de haber dicho ‘Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad’, hubiese dicho, ‘Es un pequeño paso para la humanidad pero un gran salto para este hombre’. Ciertamente, aun esa gran proeza de ser el primer hombre en pisar la luna se hubiese eclipsado por la torpeza que constituiría desconocer el esfuerzo del equipo en tierra, del conjunto de todos los hombres y mujeres que permitieron la consumación del objetivo propuesto, e incluso del alma colectiva de los habitantes del planeta, que con sus buenos deseos apoyaron esa odisea.
Al momento de los galardones, muchos alteramos las funciones gramaticales e invertimos los pronombres personales, de ordinario, cuando debemos usar la primera persona del plural, inconscientemente -como podría haber dicho el padre del psicoanálisis-, nos referimos a la primera persona del singular.
Olvidamos que en una carrera del relevo, todos se pasan el testigo y quien logra llegar a la meta no es un yo, sino un nosotros. Y hacemos tanto énfasis en el yo, que nos vemos inelegantes, hasta prosaicos y meramente instintivos.
Cuando estemos propensos a sucumbir ante el ‘yo pecador’ recordemos el parafraseo que de Plantón hizo el sociólogo Lester F. Ward: ‘... el alma humana agregada al cuerpo semeja una nave cuyo instinto constituye la máquina motora, cuyo sentimiento es el combustible y el timón la inteligencia desde donde se dirige toda esa embarcación hacia la consecución de algo bueno y útil’.


Abogado
crisantogleon@gmail.com

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