jueves, 5 de mayo de 2016

Con las glorias se olvidan las memorias



Todo logro del hombre que vive en sociedad es obtenido por la colaboración de muchos, aun cuando haya sido solo tangencial, nada es producto de la casualidad sino de la causalidad.

Crisanto Gregorio León crissantogleon@gmail.com



4 May, 2016 | Sentirse alguna vez zaherido por las garras del desagradecimiento, de la traición, cuando en vez de respeto y consideración por acciones a favor del crecimiento de otro u otra persona, se recibe a cambio el látigo de la indiferencia, de la minusvalía o la afrenta de que otros lisonjeros que nada aportaron ganen indulgencias con escapulario ajeno.

La peor bofetada que un hombre o mujer puede dar a quienes contribuyeron a sus logros, es la ignominia y pagar mal por el bien que obtuvieron, además de desconocer los méritos de quienes forjaron el triunfo y una vez que tienen el trofeo en sus manos empuñándolo golpeen e hieran a quienes con gestos de bondad y hermandad estuvieron prestos a darlo todo por su éxito.

Como en una carrera de relevos, donde el testigo es llevado por todos, sería particularmente miserable que el último en tomarlo, en caso de que llegue primero, se atribuya el triunfo para sí solo, cuando se trató de un trabajo en equipo, de una suma de voluntades para un objetivo común, aunque en la foto solo aparezca uno como el vencedor. Hombres desprendan de otros y olvidándose que todo se trata de una simbiosis, se envilecen y regodean en perjuicio de quienes le tendieron la mano

La embriaguez que en algunos causa el haber alcanzado las metas propuestas no les permite valorar a quienes le prepararon el camino, inadvirtiendo el gran error de menospreciar a los semejantes, donde pareciera que aquellos fungieron de tontos útiles.

Es prudente no olvidar la expresión de la Gestalt, según la cual la suma de las partes es superior al todo; ello a propósito de los galardones humanos, los cuales seguramente no se obtienen con una actitud misantrópica o asceta.

Todo logro del hombre que vive en sociedad es obtenido por la colaboración de muchos, aun cuando haya sido solo tangencial, nada es producto de la casualidad sino de la causalidad. Donde el aporte de otros por insignificante que haya sido, constituyó insumo para el impulso de las situaciones que generaron el logro de los objetivos que alguien haya podido cristalizar.

Pero el hombre y la mujer que tienen poca memoria, obnubilados por los laureles, desdeñan de quienes en su momento fueron elementos clave para sus triunfos, para sus propósitos. El envanecimiento va instaurando las bases para la ceguedad, donde las piezas del ajedrez que confluyeron a ganar el juego, son pisoteadas por una actitud egoísta, terca, mezquina, ensimismada, mitómana o megalómana; olvidándose que el peor defecto de ser importante, es creerse importante.



Y así, bajo esa óptica bizarra pensando que son mejores los nuevos actores, se enarbola la bandera del olvido y la ingratitud en perjuicio de los amigos, de la familia y hasta del amor.