sábado, 18 de abril de 2009

La codicia rompe el saco
Crisanto Gregorio León

De Miguel de Cervantes Saavedra, en el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, a 404 años de su publicación y en vísperas del día de la lengua española "Yo salí de mi tierra y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más, y no menos; pero como la cudicia rompe el saco, a mí me ha rasgado mis esperanzas”.
La riqueza de la literatura española, no solo permite vivenciar en la lectura los escenarios donde se desarrollan, sino que nos facilita extrapolar de la experiencia reflejada la realidad que se repite a través de los tiempos, en los refranes que esbozan la naturaleza humana y sus debilidades.
En Don Quijote, se afirma en el lenguaje de la época, que “como la cudicia rompe el saco a mi me ha rasgado las esperanzas”.
Con notable hidalguía el Quijote tenía certeza de su valía y dejó todo cuanto tenía para entregarse a una empresa de grande envergadura, pero se percató que entre su coste y el que encontró, la diferencia había rasgado sus esperanzas.
Las esperanzas de los hombres se ven rasgadas, no solo por las vicisitudes a que están expuestas, sino también por defectos manifiestos en los pecados capitales: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia; cuando ellos se apoderan del corazón de los seres humanos en perjuicio de sus congéneres.
El refrán evocado por el Quijote, fue y es conocido “como la avaricia rompe el saco” y este pecado capital “codicia o avaricia”, no da tregua a la tranquilidad del alma, cuando se conjura con la envidia para despojar a otro de lo que le pertenece,
Cualquier Quijote que se haya partido el lomo a lo largo de su vida, para hacerse de los bienes necesarios que pudieran garantizarle una vejez sin aflicciones, o el alivio de las enfermedades de la edad, ve rasgadas sus esperanzas, cuando su mujer y sus hijos en un conciliábulo emprenden y ejecutan toda la maquinación precisa para quedarse con el patrimonio de quien aún no ha muerto, pero que han dado por sepultado, cuando las garras de la codicia se apodera de sus corazones, en el convencimiento de que es mejor no esperar la muerte del infortunado.
Dijo Joseph Conrad que “No hay credulidad tan ansiosa y ciega como la credulidad de la codicia, que es, en su medida universal, la miseria moral y la indigencia intelectual de la humanidad”.

Abogado
crisantogleon@gmail.com

viernes, 10 de abril de 2009

HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE

Honrarás a tu padre y a tu madre
Texto: Crisanto Gregorio León
El cuarto mandamiento de la ley de Dios ofrece una recompensa para quienes lo cumplan y es: “Larga vida sobre la tierra”. Podemos leer en (Ex.20, 12). “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar”.
De igual modo en el Nuevo Testamento (Ef. 6,1-3), podemos enterarnos del mandato de Dios: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el mandamiento que lleva consigo una promesa”. Los hijos que incumplen este mandamiento abusan de sus padres de distintas maneras, tratando de imponerse sobre quienes le dieron la vida.
Quienes no creen en la recompensa de Dios, desacatan abierta y campantemente el cuarto mandamiento. Sin percatarse que por argumento en contrario sentido, quienes no honren a sus padres tendrán corta vida sobre la tierra.
Ello es así, porque Dios ha investido a los padres con autoridad. Y toda autoridad debe ser respetada porque es Dios quien la otorga. Los hijos deben para con los padres: atender sus deseos, solicitar sus consejos y aceptar sus amonestaciones y más aún si viven en la casa de ellos.
Los hijos le deben a los padres, respeto, gratitud, docilidad y obediencia. Y todo esto tiene su fuente en el temor a Dios. Podemos leer en Proverbios 13.1 que el hijo sabio ama la instrucción de sus padres y el arrogante no escucha la amonestación.
Culpables son los hijos ante los ojos de Dios, por deshonrar a sus padres, como quienes consienten esa conducta en ellos, o los aconsejan mal para que ejerzan violencia y deshonra contra sus padres. Porque si Dios ha ordenado a los hijos honrar a quienes les dieron la vida, no ve con agrado que otras personas influyan negativamente en la conducta de los hijos para que éstos desoigan sus mandamientos, o que no hagan lo que deben hacer para evitarlo.
Amar a Dios sobre todas las cosas, es obedecer sus mandamientos.
Abogado

jueves, 9 de abril de 2009

De esto no se habla

De esto no se habla

La ley contra la violencia a la mujer y a la familia, prevé tantos supuestos de hecho que al parecer es muy completa, cerrando cualquier puerta a este aterrador flagelo.
Para contrarrestar el avance inmisericorde de la violencia contra las mujeres, el legislador venezolano ha establecido circunstancias que a través del tiempo y producto de la experiencia, han demostrado que son formas de ejercer violencia.
La violencia es deplorable en cualquier caso, sea ejercida contra quien sea, mujer u hombre, niño o niña.
El aforismo “la justicia es ciega” que alude a la circunstancia por la cual ha de castigarse a quien sea culpable independientemente de su credo, sexo, condición o estatus social, no puede confundirse con ceguera mental o ceguera en la percepción de la realidad ante denuncias temerarias, ficticias e infundadas que pueden tener por objeto intereses inconfesables .
Es tan previsiva la ley que se puede prestar a ser usada de manera injusta y malintencionada por quienes no tienen en cuenta la filosofía que la inspira.
La buena fe se presume y la mala hay que demostrarla, pero los hombres pueden quedar en absoluto estado de indefensión, cuando las lágrimas de una mujer sorprenden la buena fe de quienes están obligados a procesar la denuncia o de quienes odian la violencia de género y escuchan a una presunta víctima narrando circunstancias que conmoverían la fibra humana del más prevenido o de la más prevenida.
De todo hay en la viña del Señor. Hombres que ejercen violencia sobre las mujeres y los hijos, y féminas que histriónicamente pueden causar daños irreparables a los hombres denunciándolos falsamente, teniendo como arma letal la ley que las protege.
Entonces, ¿como estar alerta ante las circunstancias que pueda narrar una presunta víctima, que además construye evidencias falsas, dibujando al hombre como el monstruoso ser que les ha descalabrado la existencia?.
El sentido común, que es el menos común de los sentidos, las máximas de experiencia y no olvidar que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, son de gran utilidad para no caer en el engaño.
Esta bondadosa ley que persigue erradicar el maltrato a la mujer y a la familia, puede igualmente convertirse en un instrumento de altísima injusticia y mediante la cual se pueden hacer verdaderos mártires.

Abogado

crisantogleon@gmail.com

miércoles, 1 de abril de 2009

PADRECTOMÍA/Crisanto Gregorio León (*)



miércoles, 01 de abril de 2009
Siempre pensó que era perfecta, que no era como el común de la gente y pasó por alto que era carne susceptible a las debilidades y flaquezas de todo ser humano.
La sigue queriendo, pero mentalmente la inmola y suprime. No existe el retorno, nadie se retractará porque es una lucha que trasciende las conceptualizaciones valóricas. La conversión es potente porque aflora su sentido depredador y los instintos de sobrevivencia se anteponen al afecto y los elementos de prelación prevalecen.
La inmoviliza y la envuelve en una telaraña, la encadena en los laberintos zigzagueantes de su mente. Está sentada en el averno, esperando el veredicto de Dios.
Existe un problema jurídico relacionado con la relación directa y regular: la presunta víctima no puede tolerar que el padre continúe manteniendo un vínculo de cercanía y afecto con los hijos, sino que predispone, condiciona, utiliza, aliena y enajena la mente de ellos, haciéndoles creer que el padre es un ser detestable y malvado.
Hace desaparecer la figura paterna y la invisibiliza, convirtiéndola en alguien abyecto al que se está prohibido amar. En casos específicos la madre no sólo destruye la imagen paterna, sino que la asesina afectiva y conceptualmente. Los hijos están convencidos que nunca tuvieron padre.
En virtud de estar ciega de rabia y animada por un espíritu de venganza por su intolerancia frente a la ruptura, al engaño y adulterio que estimuló. Moviliza a todo un sistema, a toda una estructurada nomenclatura del Estado, en un acto puramente demencial.
Los días transcurren lenta e imperceptiblemente y su estado anímico comienza a oscilar entre el cielo y el infierno.
Vagando por las calles caminó por las plazas dibujadas de piedra. Nunca una mañana ni unas calles fueron más largas e intensas.
Pendiendo del azar, sus hijos y su mujer cruzan el umbral de la prudencia; porque no se cimienta en nada sólido ni genuino, sino en el rencor y despecho de mujer presuntamente dolida y adulterada, y no precisamente en la mujer que sufrió adulterio.
Y no sabía por qué estaba más triste, si por su muerte inminente por la enfermedad que padecía o por la pérdida de aquella importante y trascendente persona como concibió siempre a su mujer o por las mentiras en su contra. Sin el apoyo de su amada esposa, su estado anímico y emocional se fracturó.

(*) Abogado