jueves, 27 de agosto de 2009

Más pudo el interés...

Más pudo el interés...
Texto: Crisanto Gregorio León

Cuando dos almas deciden unirse para formar una familia, el enamoramiento inicial de sus corazones acepta sin resquicio de traición que será para las épocas buenas y para las no tan buenas.

Ello porque se aman y aunque pudieran haber firmado capitulaciones, formar una comunidad de gananciales o mantener una relación de hecho, salvo prueba en contrario ha sido el amor lo que los ha unido.

En las ceremonias religiosas, aceptan que se unirán "en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, para lo bueno y para lo malo, hasta que la muerte los separe". Y es ésta la filosofía que inspira los deberes y los derechos de los cónyuges contenidos en el Código Civil. De lo que se infiere, una recíproca fidelidad y socorro en la vida común, en las buenas y en las malas. Porque las cosas pueden ir bien, pero muchas veces, las cosas pueden ir mal.

Al momento que la pareja o uno solo hacen abstracción de la riqueza espiritual que sus almas son capaces de brindarse mutuamente, para acariciar exclusivamente el aspecto material que sacie la avaricia; entonces justo allí se da al traste con la esencia de la unión que debiera entrelazar sus vidas.

Entre las más sagradas misiones es la de procrear hijos para poblar la Tierra y criarlos conforme al mejor esfuerzo que salga de sus almas; sin que deje de ser válido el deseo de generar bienes suficientes como para dar respuesta a las necesidades materiales de la familia. Pero denota una extrema pobreza espiritual olvidar los votos que alimentaron sus "pininos de amor", cuando en actitud de rapiña las mentes y los corazones se ven asaltados solo por las riquezas materiales y la vida se hace tormentosa en la búsqueda de "El Dorado" y sus reservas de oro, sin valorar el cariño y lo resplandeciente del amor, para destruir al otro u otra.

Quienes sarcásticamente solo se preguntan ¿dónde están las riquezas?, olvidando los sentimientos; apenas cosecharán vientos, al permitir que la codicia sustituya el amor y prive el interés económico sobre lo espiritual, al dejar de lado a las personas a quienes juraron amar en las buenas y en las malas.

Por "El Dorado" muchos murieron solos y abandonados con las manos vacías, al ir tras un espejismo despreciando lo auténtico allende los mares donde hubieran podido abrazar el oro de su amor.

Abogado

sábado, 8 de agosto de 2009

ACLARATORIA

Señores,
Diario "El Regional del Zulia"
Presente.-


De la versión digital del viernes 07 de agosto de 2009, circula en la Internet un artículo en la página de opinión titulado "Régimen Ambiguo", cuya autoría es de Israel Fernández Amaya según la versión impresa del mismo día y que por error aparece como si se tratara de un artículo de mi autoría.
Nótese que el mismo día en la misma página, aparece un artículo titulado "Las personas y las cosas", que si es de mi autoría; por lo que estimo que se trata de un error de transcripción involuntario, el haberle colocado al artículo de Israel Fernández Amaya, también mi nombre, pero que no es producto de mi intelecto.
Por tal razón, solicito tengan a bien hacer la respectiva corrección en la Internet pues ese artículo no me pertenece.
Atentamente.

Crisanto Gregorio León
Abogado.


jueves, 6 de agosto de 2009

Las personas y las cosas

Las personas y las cosas

Crisanto Gregorio León

 

Algún letrado podría intuir que me referiré exclusivamente al aspecto jurídico - patrimonial de las personas y los bienes; cuyas aristas, contenido y esencia han sido tratados magistralmente en la conocida obra "personas y bienes"  del maestro Gert Kumerov,  sin embargo me aboca también el aspecto espiritual.

Aunque todo tiempo es bueno para reconocerlo, es desalentador que los hombres y las mujeres, en las postrimerías de sus vidas se apuran en digerir, la importancia y el valor de las demás personas; el respeto debido a su cuerpo, a su moral, a su integridad psicológica, a su reputación y a su patrimonio material como extensión de su labor y esfuerzo físico espiritual que lo conforman como un ser social y divino.

            En un servicio cristiano del Pastor Orlando Albornoz, degusté como en sencilla y meridiana exposición dejaba sentado "las cosas no valen más que las personas". Esto parece fácil pronunciarlo y aseverarlo, pero es de compleja inteligencia.

            Ello desde luego implica no destruir nuestras útiles pertenencias materiales, ni la de nuestros semejantes y mucho menos codiciarlas, pues envuelve destruir e irrespetar el esfuerzo propio y ajeno;  pero radicalmente significa no destruir a las personas.

            La importancia de respetar los bienes de las personas, sean propios o ajenos; gravita en la significación dada al fruto del trabajo y la valoración psicológica del  esfuerzo del ser humano para obtener las cosas que satisfacen sus necesidades.

            Si, en efecto,  el valor de lo material posee su propia jerarquía cuya importancia es innegable; pero  haciendo abstracción de eso, los bienes no son más importantes que la gente, pues son cosas y no seres vivos, no tienen alma a diferencia de las personas. 

             No ha de hacerse una interpretación acomodaticia, enalteciendo lo espiritual para despojar y destruir lo ajeno. ¡No! , ha de haber sindéresis donde lo humano se valore por encima de las cosas y en ello está el respeto merecido en su condición de  personas naturales y  sobre lo consustancial  como seres biosicosociales y esencialmente espirituales, además de sus bienes; en su carácter de hijos del omnipotente; de prójimos a que hace referencia el primer mandamiento de la  ley de Dios. "Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".

           

Abogado

crisantogleon@gmail.com