jueves, 26 de febrero de 2009

LA CASA QUE JUAN CONSTRUYO

La casa que Juan construyó
Crisanto Gregorio León
Juan, humilde y digno hombre que a fuerza de trabajo duro y honesto, con menguados recursos, con las ansias de tener una casa propia, ahorraba de lo poco que ganaba como obrero para construir el hogar de sus sueños; siempre con el inestimable apoyo de su amantísima esposa.
Desmontó un terreno lleno de cardos con la fuerza de sus manos y el ímpetu de su espíritu; en cientos de carretillas recogió los desperdicios y vidrios que afeaban aquel predio donde con su afán de hombre de familia levantaría su casa.
Ningún inconveniente lo decepcionó en su propósito de proveerles de vivienda a su esposa y a su descendencia. El agobiante calor le quemaba la piel y el sudor corría por su cuerpo como si se estuviera derritiendo, pero ¡no! , él tenía una tarea y aunque solo en tierras extrañas no se desmoralizó; quería tener un hogar propio, una casa de la que nadie pudiera decir que se la apropió indebidamente. Una morada que aunque humilde, podría decir con orgullo que no se la robó a nadie, ni a su padre, ni a su madre; pues la levantaría con la fuerza de su vigor de hombre honesto y la pureza de un corazón decente.
Plantó, Juan semillas de frutos tropicales en aquel terreno, que al cabo de los años se pondrían frondosos y le regalarían sombra a su casita, a la que día a día le regala algo más, porque siempre está en construcción y con el amor y la responsabilidad de un buen padre de familia, barre su patio, riegas sus plantas y siempre está dispuesto para auxiliar a su prójimo.
Juan, un hombre de firmes convicciones cristianas y de carácter humanitario, solidario; hace suyos los problemas de sus hermanos, los de sangre y de los que se encuentra en el camino de su vida. Practica la vida cristiana con hechos, además de las palabras, no se comporta como los hipócritas y fariseos o los falsos que oran, cantan y se reúnen en asambleas, pero a la hora que Dios los pone a prueba para con sus hermanos, evaden ayudar y se enojan porque se acude a ellos.
Juan, un hombre carismático, sociable, de convivencia pacifica, dispuesto a compartir y colaborar con todos; mantiene las puertas abiertas a sus vecinos, los mayores, los ancianos, los jóvenes y los niños; los estudiantes, las amas de casa; todos tienen en él un amigo sincero.
¿Te gustaría ser como Juan, cristiano no solo de la boca para afuera?

Abogado

crisantogleon@gmail.com

sábado, 21 de febrero de 2009

MALDITAS DROGAS

Malditas Drogas

Crisanto Gregorio León

Si el que vende las drogas, solo por un segundo se percatara que podría ser su hijo o hija quien las consumiera, experimentaría el desasosiego y la impotencia de un padre o de una madre al ver a su descendencia destruida, cuando por efecto maligno de esas sustancias los hijos pierden la razón y desconocen la bondad del corazón de sus padres.
No hay argumentación posible ante la violencia que desencadenan las drogas en la personalidad de quienes las consumen habitualmente por haberse hecho dependientes. Ningún código moral, ninguna norma de respeto, ninguna consideración, impiden que los jóvenes se desfiguren de la realidad y mediante alucinaciones que se adueñan de sus mentes, se hacen títeres del influjo perverso de las drogas.
La droga destruye al enfermo consumidor y a su destruye a su familia. Ahuyenta y fatiga el esfuerzo de quienes quieren ayudar al enfermo; cuando el amor queda indefenso ante la violencia desatada por las drogas. No entienden los consumidores el amor de los padres al soportar las barbaridades a que son sometidos por sus hijos, ante el maquinal efecto de esas sustancias.
El temor por la propia vida incluso, desgasta a los padres en sus esfuerzos cuando las malditas drogas se han apoderado de sus hijos y por las fantasmagorías que producen en sus cerebros se adueñan de un mundo que no les pertenece y en la etapa más crítica el enfermo ya no sabe lo que es realidad y lo que no lo es. La locuacidad y el cambio teatral hacen presencia en quienes aun gozando de un alto coeficiente intelectual, se han doblegado ante el influjo destructor de las drogas.
La negativa a dejarse ayudar, encamina a una postración rápida y va destruyendo las capacidades cognitivas y de visualización exacta de la realidad, hasta hacer del enfermo consumidor un zombi al servicio de la adicción, sin voluntad creadora que lo impulse a salir del pozo del veneno.
El enfermo que se niega a internarse para recuperarse o que por consideraciones equivocadas no asume su dependencia como algo dañino, solo está ganándole agigantados pasos a su propia destrucción. Vendedor de drogas imagínate a tus hijos en semejante postración por haber consumido ese letal producto.
Solo percátate de observar tu familia destruida, desecha y dividida, por tu afán de hacer dinero con la vida y los destinos de otros.
Abogado