domingo, 19 de agosto de 2007

TU HONOR ES MI HONOR

TU HONOR ES MI HONOR
Crisanto Gregorio León.

Es preferible que no te comprometas, si no vas a honrar la palabra empeñada. El compromiso verbal o el juramento son para una persona de honor, su propia reputación, su propio prestigio, su propia conciencia y la concepción que tiene de si misma.
La palabra del hombre o de la mujer no es sino una extensión de su esencia, como las manos o las piernas, a las que se les cuida y asea para conservarlas en óptimas condiciones de salubridad física, así, el verbo empeñado debe ser objeto de cuidados, para darle lustre a la reputación.
La lealtad a la propia palabra, es el auto-compromiso más que con otra persona. Cuando alguien irrespeta el compromiso, el juramento hecho o la palabra que empeñada ha salido de su boca, está demostrando el mísero valor que tiene de si misma y la imagen que refleja su espejo es la desvergüenza, en tanto comprenda aunque sea de manera minúscula la trascendencia que envuelve respetar la palabra que ha emanado de la fuente que es su cuerpo.
Entre las múltiples facetas en las que alguien pueda respetar la frase, tu honor es mi honor, está la reciprocidad del cumplimiento de la palabra empeñada. Se es tan honorable cuanto honrosa es la palabra y se es tan honroso cuanto es honorable la palabra.
Con cuáles principios y con qué moral alguien podría exigir que se contuviera su descrédito, si el declinar de su imagen es por hecho propio cuando ha deshonrado un compromiso cuya garantía de cumplimiento lo constituyó la consideración de la palabra empeñada como buena y solvente, pero resulta fraudulenta, engañosa y burlona.
Aprovecharse de la credulidad ajena al dejar volar la palabra, además de tener sus consecuencias legales que muchas veces se hacen etéreas, tiene también sus connotaciones espirituales, en tanto configura un agravio al alma, un menosprecio a la integridad y un desorden del comportamiento que teniendo como médula la premeditada intención de burlarse, es una característica bizarra del lado oscuro del hombre o de la mujer.
Absolutamente de a quien se le empeñe la palabra, todas las personas merecen la consideración que queremos para nosotros, por de modo que el hombre y la mujer prudentes se guardan de no jurar, ni comprometerse con aquello que saben no cumplirán.
Sumamente importante es mantener la credibilidad en todas las esferas de la vida, sea en el hogar, en los negocios, en el trabajo, o en el amor, porque la palabra es inseparable de su artífice y puede ocurrir que su menosprecio le acarree el descalabro de su código de honor y su verbo será como un cheque sin fondos.
Incluso quien sin amor en éxtasis ardiente de pasión jura no separarse jamás del otro u otra, solo con el fin de experimentar minutos de fogosidad, pero sin considerar la sinceridad y la pureza de quien lo evoca o se adhiere con franqueza, y en la primera oportunidad le sustituye en su lecho y en su corazón, es una persona que se irrespeta y se desacredita a si misma y su palabra es tan fiable como dormir con un ponzoñoso reptil.
Y somos incapaces de comprender que las tempestades que se desatan son la consecuencia de haber deshonrado la palabra, de no tener honor y quebrantar los juramentos.
Abogado
crisantogleon@gmail.com

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