domingo, 19 de agosto de 2007

!BARBAS EN REMOJO!

¡Barbas en remojo!

Crisanto Gregorio León



La masificación de asegurados en las clínicas privadas no debería restarle calidad al servicio que se han obligado a prestar, asimismo ser una eventualidad que debieron evaluar antes de comprometerse. Con el peor criterio que se puede manejar la salud, en el indeseado encuentro con un médico pedante y jactancioso, o de una enfermera llena de frustraciones personales por las cuales derrama su amargura sobre los pacientes, o una secretaria que se cree la dueña del hospital y que en vez de profesionalismo lo que la adornan son la altivez y la altanería; la masificación de asegurados en las clínicas privadas no debe constituirse en un enriquecimiento indebido a costa de un mal servicio o de una prometida atención que llegado el momento solo es un espejismo. Uno de los términos de la ecuación que manejan las clínicas privadas en la fórmula para repartir sus dividendos, no puede nunca dejar de ser la mejor atención al cliente-paciente, pues es horroroso que por el predominio del factor económico sobre la sensibilidad y el respeto al ser humano, se convierta a este en un mendigo que debe estar en el banco de la paciencia, para obtener al final una dádiva de salud, no obstante ser un derecho humano, constitucional y legal; y por el que además está pagando. Cuando el cliente - paciente, se ve en la necesidad de acudir a una clínica privada, en la cual ha depositado su confianza y su dinero; persigue la prestación de un servicio óptimo, que los hospitales públicos no le han brindado. Entonces, ¿Qué debemos entender por un servicio óptimo? Desde luego con ello se quiere significar, además de un buen trato, mejores conocimientos, técnicas y tecnologías de avanzada. Pero, ¿quienes son los seleccionados para esta tarea? En su gran mayoría el personal médico-asistencial, es reclutado del sector público, en los que hay gente con vocación, calidad humana y gran sensibilidad social; pero también hay muchos de los vicios que han corrompido a los hospitales y que han hecho huir a los ciudadanos a la esfera del servicio privado en la búsqueda de mejor atención. De tal suerte, que si las clínicas privadas y quienes se dedican a este ramo insisten en el negocio de la salud, debieran cerciorarse de modificar la cultura asistencial de su personal y el suyo propio; toda en beneficio de sus pacientes. Por lo que deben cambiarles el cassette no vaya a ser que la empresa pierda más que un cliente. Y eso es muy importante que lo tenga presente el paciente que paga por la salud; que no se le está dando un regalo, ni está pidiendo una dádiva, que no es un mendigo en busca de un servicio, sino que es un cliente al cual se le debe tratar de la forma y manera como se espera de una empresa con criterios de vanguardia, principios modernos que también deben ser adoptados por el sector público. . La empresa, que en este caso es la clínica, requiere tratar de manera óptima a su cliente que es el paciente y en ello se juega su posición en el mercado y lo que es más trascendente, en la sociedad. Porque la gente despierta de su letargo y cada vez está más consciente de sus derechos.De igual manera, las empresas públicas y las privadas que contratan con las clínicas, deben atender rigurosamente y con la seriedad del caso, los reclamos y quejas que sus empleados hacen de la prestación de los servicios médicos, no vaya a ser que se constituyan en cómplices de una oferta engañosa y de posibles delitos, y "cuidado" con la obstinación del patrono en mantener el contrato, no vaya a ser que se escondan intereses inconfesables. Los clientes-pacientes, deben saber que las clínicas son responsables de las actuaciones propias y del personal que contratan y que pueden ser demandadas por mala praxis; que los galenos que cometan conductas contrarias a la ética, podrán ser denunciados ante el tribunal disciplinario del Colegio de Médicos además de la responsabilidad penal y civil por los actos en que hayan incurrido.

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