viernes, 24 de agosto de 2007

INTER CRIMINIS DE UNA CIRUGÍA

Inter criminis de una cirugía
Crisanto Gregorio León

En Derecho Penal, se denomina inter criminis al conjunto de voliciones y de actos que hace el criminal, antes y durante la ejecución de un delito. Ese recorrido criminal comprende: 1) La fase interna o el conjunto de actos voluntarios del fuero interno de la persona que no entran en el campo sancionatorio del Derecho Penal, 2) La fase intermedia conformada por los actos que no causan daño objetivo y que se expresan en la determinación de cometer un delito o resolución manifestada y 3) La fase externa donde la idea delictiva comienza a realizarse objetivamente y va desde la simple manifestación de que el delito se realizará, hasta la consumación del mismo. Momento en el cual el actor puede ser imputado hasta convertirse en reo.
Según el tratadista Luís Jiménez de Azua: “Todo lo que ocurre desde que la idea nace en la mente del criminal hasta el agotamiento del delito, esto es, todo lo que pasa desde que la idea entra en el hasta que consigue el logro de sus afanes.
Seguramente en la antesala de una cirugía no ha faltado un alma buena que nos hace pensar sobre si esa es la salida más conveniente para recuperar la salud o por el contrario hemos agotado otros recursos antes de someternos al bisturí del cirujano, siendo esta la última opción.
¿Pero a propósito de qué llega una persona a la mesa de operaciones de una clínica privada?
¿Cuántas veces la indicación de una cirugía obedece a una necesidad real y a criterios respetuosos de ética médica?
El asunto ético de repercusión penal en la ejecución de una cirugía, estriba en determinar si esta es necesaria solo para “curar el largo bolsillo del médico” convertido en mercader de la salud u obedece a la mejor opción para recuperar la salud.
Ante su quebranto de salud, el asegurado asiste a la clínica privada por la necesidad irreal que le creó el médico que lo atendió en el hospital o porque sencillamente ha venido pagando un seguro al no querer someterse a los sacrificios de un hospital ni jugarse la lotería del servicio no vaya a convertirse en el infeliz ganador de la actitud despótica de algún “servidor público”.
Para descargo de los hospitales tan vapuleados por su ineficiencia, se puede decir que en ellos las intervenciones quirúrgicas obedecen mayormente a una necesidad real del paciente. Desde luego habrá sus excepciones fundamentadas en la mala intención, la impericia, la negligencia o la imprudencia de algún médico. Otras cirugías cuya necesidad es promovida por el cirujano al descubrir que el paciente posee el respaldo de una empresa de seguros y tiene que ponerle el guante a la cantidad asegurada a como de lugar y a la brevedad posible, por lo que implanta en la mente del paciente que no hay otra salida sino la cirugía y para ello el ahora cliente debe ir hasta su consultorio privado dónde lo atenderá.
Sin olvidar el negocio dentro del negocio, donde las secretarias u otro personal en complicidad con el médico se hacen de comisiones por cada cirugía referida.
Así, se introduce al pabellón al cliente-paciente sometiéndolo a un riesgo quirúrgico sin que ello sea realmente necesario, jugando con la vida humana para hacerse de riquezas.
No basta con que el médico o la clínica y su gerencia acepten que hay vicios por eliminar sino acaban con ellos y que con el consuelo de “usted tiene razón” pretendan remendar el capote, pero siguen cometiendo atropellos y delitos en el comercio de la salud.
Nobleza obliga reconocer a quienes con entrega y vocación asumen su profesión como un apostolado y que con espíritu de desprendimiento entregan hasta sus ganancias a sus protegidos, los pacientes; pero el tiempo es apremiante para ponerles coto a los médicos y a las clínicas que usan sus títulos y sus establecimientos para traficar con la vida humana.

Abogado
crisantogleon@gmail.com

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