domingo, 19 de agosto de 2007

EL DOCENTE, LA EDUCACIÓN Y LA VOCACIÓN

EL DOCENTE, LA EDUCACIÓN Y LA VOCACIÓN
Crisanto Gregorio León


Las carreras universitarias de mayor actividad cognitiva exigen para ingresar a sus facultades un alto promedio aritmético, por lo que los aspirantes a obtener un título en educación superior han de ponderar las expectativas reales de cursar la carrera para cuyo nivel de preparación poseen efectivamente las condiciones que les garantizarán un egreso de pregrado.
Una realidad desconsoladora abate los corazones de los educadores con vocación, de los intelectuales, de los pensadores, de los filósofos educativos, de aquellos que inyectan a la actividad neuronal el contenido de la sapiencia educativa con la simplicidad de la suave brisa, de quienes el pensar en grande abarcando lo minúsculo les es tan natural como el respirar; y es la circunstancia de que muchos despistados intelectualmente no han visto mejor salida que estudiar educación, ante la imposibilidad del ingreso con tan deleznables records académicos a una carrera con mayores exigencias.
Es por ello, urgente para el forjamiento de educadores con mayor erudición vocacional e intelectual, de altísimo talante pedagógico, la exigencia de cada vez mayores atributos al aspirante de profesor, pedagogo o licenciado; como las eminencias de otrora, que envueltos en la dulzura paternal del amor al educando y el conocimiento logrado a pulso de esfuerzo cognoscitivo, no desmayaban en generar profesionales y ciudadanos de sobrada talla instruccional.
Cuando el tiempo corre o transcurre más allá del horario del trabajo establecido – salvando las justificaciones reales- y la actividad cognitiva distinta del cotilleo es la línea matriz, algunos docentes se sienten desmotivados, aburridos y desinteresados, argumentando estar “lesionados en su economía”, por lo que no es sorpresivo escuchar, “me voy porque el Ministerio no me está pagando por más tiempo que el que dice mi talón de cheque”, una expresión común, no obstante las tareas escolares o las que se organizan en ocasión de una actividad educativa cualquiera, donde la presencia del docente es requerida por ser obligante su participación en atención al contenido a desarrollar y en función de la calidad medular de la información que se está generando y que es enriquecedora para las acciones pedagógicas.
Pero es que esa connatural y espontánea desviación vocacional, no es sino un apéndice de la realidad profesional de algunos docentes, en horario normal de trabajo, en cuanto la creación del intelecto y el pugilato entre los apremios del chisme de fresca factura y el cumplimiento de su magistratura.
Y es que la formación del docente debe siempre ir más allá de lo que se espera de él, ya en ocasión de la formación de abogados y cuyo contenido se puede analogar a la docencia; Dijo el Dr. Pedro Barboza de la Torre “a este largo peregrinar de diplomas sin novedades corresponde una pérdida de muchas cualidades técnicas y culturales del gremio. Son pocos los juristas notables por su sapiencia, su verbo brillante o sus obras exitosas. Es una realidad en muchos casos excusable; porque muchos jóvenes abogados salen de las aulas desprovistos de la correcta orientación. Aquellos que alcanzaron el título casi sin tener que vencer obstáculos; porque les resultó suficiente el apuntismo o les dio resultado la táctica del ‘terror’ que aplicaron a algunos profesores”
Para El Libertador Simón Bolívar, el abogado y el docente, deben ser como una espada: rectos, brillantes y con temple de acero.


Abogado
crisantogleon@gmail.com

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