domingo, 19 de agosto de 2007

LA ESPONJA Y EL PUPITRE

LA ESPONJA Y EL PUPITRE
Crisanto Gregorio León

Harta sabida es la condición según la cual, los niños ya para los siete años de edad, han implantado en su personalidad los atributos que les definirán en lo futuro como personas distintas a las demás; es decir son los primeros siete años de su vida el periodo de mayor relevancia en cuanto a las bases de los rasgos de su personalidad y la condición intrínseca de visión del mundo.
Sin embargo toda la edad escolar, constituye para el niño o adolescente una huella indeleble cuyos trazos metamorfoseará pero en atención a las bases del primer septenio de su existencia.
La delicada labor de los padres y representantes para no trasladar subvalores o percepciones erróneas a nuestros jóvenes e infantes, que pretendan sesgar la posición axiológica que hasta ahora los pueblos han adoptado como reglas de moral, conducta y educación, basadas en cánones de urbanidad, decencia, respeto mutuo, cooperación, amor hacia la familia, el respeto de la legalidad, la concepción de la paz , el amor como halo de unión , el espíritu progresista en buena lid; debe ser reforzada por los docentes en la escuela fundamentándose en la defensa de los valores que invaden en los hombres un aliento democrático, de justicia y de bien común. Todo lo que contradiga una esfera de la personalidad así concebida, es un disvalor o una deformación de los valores, que poseen sus propias vertientes conceptuales, pero que se perfilan incongruentes con la dimensión humana de un hombre bueno y educado, forjado para el equilibrio y la sensatez; ganado para el honor y aderezado con los mejores pensamientos en pro y en beneficio de sublimes cometidos en torno a los cuales él se perpetua como un ser distinto a los demás y que le distinguen de los otros animales sin raciocinio pero con instinto.
Es el bombardeo constante de aberraciones provenientes de distintas direcciones, lo que ha colocado a nuestra generación de relevo como población cautiva, de blancos fáciles, de baja guardia, con los pechos expuestos cuales cachorros indefensos.
Aquí es donde la escuela juega la más álgida intervención y en razón de la “calidad” del tiempo que implica el desarrollo de las destrezas del intelecto y la habilitación para la captación del conocimiento, no pueden obviarse tampoco el forjamiento de hábitos y buenas costumbres; pues allí en el pupitre está una esponja, que absorbe todo cuanto en ella cae; que succiona toda clase de material que pueda retener y aún a veces sin deberlo retener se queda pegado a ella sin discriminar su destinatario. El niño es un émulo del maestro, de su entorno, de lo bueno, de lo malo, de lo cierto, de lo incierto; es una aspiradora voraz que se interesa por todo y por todos; que siente; pero que no necesariamente sabe discernir y es precisamente esta criba “el discernimiento”, la que ha de elaborarse y formarse en la personalidad del niño, con ejemplos, con comprensión y con cualidad de docente.
Es gratificante encontrase con docentes que se esfuerzan por ser fuente de luz interna – alma y conocimiento - y de luz externa - modales y buenas costumbres -, pero causa estupor encontrarse con “educadores” que dan al traste con las virtudes que se presumen en ellos.
La docencia, la más importante de todas las profesiones, debe ser evaluada, debe ser removida en sus cimientos, invirtiéndole pasión por servir y vocación para hacer de ella la empresa noble que en otrora fuera motivo de orgullo institucional.
Cada cual recordará a su maestro, aquel que dejó en usted la mejor parte, lo más bueno y lo más útil; qué supo resaltar lo más elevado del alma.
Sirvan estas líneas como un homenaje a la mejor maestra del mundo, mi maestra Graciela, una digna representante de la etnia guajira, que desbordaba sapiencia, que regalaba hidalguía, que vertía en la esponja lo mejor de un docente.


Abogado
crisantogleon@gmail.com

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