domingo, 19 de agosto de 2007

EL RANCHO

EL RANCHO
Crisanto Gregorio León

Cabe aquí el conocido refrán “el habito no hace al monje”, pues no todo el que se vista con un hábito debe ser necesariamente un monje, puede tratarse de un impostor o de un actor, de alguien de equivocada vocación y dentro de las posibilidades cabe un gran espectro; mientras el moje puede no portar su habito, pero si en la teoría y en la práctica es fiel a los dogmas y a la doctrina donde está inscrito, indudablemente se trata de un moje.
Habitar en un rancho por no poseer como vivir mejor, ciertamente no es culpa de sus moradores; pero permanecer en él teniendo la posibilidad de escapar de esa pobreza, es negarse a progresar por efecto de una preocupante condición mental.
La educación y la cultura constituyen el ariete para desprogramar los ranchos materiales y los ranchos mentales.
A diferencia del rancho argentino o al rancho mejicano , con rancho en Venezuela se quiere significar, una vivienda destartalada, insalubre, generalmente con paredes de tablones o de láminas de zinc, pisos de tierra, sin servicios públicos, salvo electricidad ilegal; en fin con una paupérrima situación, en la que sus moradores se ven obligados a permanecer por no poseer mayores medios de fortuna con los cuales obtener un mejor hogar y eso desde luego escapa de su control, pues en principio nadie quiere vivir así.
Eso es la vivienda de mucha gente con carencias materiales. Sin embargo se pueden evidenciar ranchos que no obstante su precaria estructura, sus habitantes los mantienen limpiecitos, un patio adornado con las huellas de un rastrillo y la sombra de plantas que adornan su entorno. Un pozo séptico debidamente aseado y un respeto extremo por los vecinos, pues si bien la carencia es material, son ricos en modales y asumen la vida con una actitud mental de otra naturaleza, distinta a la del rancho donde están obligados a vivir.
Pero también hay quienes, teniendo las formas de salir de ese desalentador modo de existir, permanecen en un rancho en las más deplorables condiciones por cerrarse al impulso de crecimiento personal y espiritual, donde el rancho les agrada y se niegan a salir de él, pues se identifican con el rancho y no quieren de ninguna manera abandonar la existencia que dentro y fuera del mismo se genera. Visto así, el rancho es una posición ante la vida, es una forma perturbada de mantenerse por iniciativa propia al margen de la prosperidad, de la evolución y del avance por ausencia de una mejor cultura, por carencia de una educación que los haga reflexionar sobre si mismos y su naturaleza.
Contradictoriamente, hay quienes teniendo una educación que hace suponer mayor altura en la filosofía de la vida o que habitando mejores viviendas, o mejorando las que ya tienen para generar un mayor confort a su familia, siguen asumiendo el mismo rancho mental, idéntica carencia de motivaciones psicológicas que les impide alcanzar estratos más elevados para una inserción en una cultura superior.
Imagínense una mente en la que habita un rancho, donde las aguas negras o aguas servidas o no tratadas, son derramadas intencionalmente a los vecinos y dónde la multiplicidad de argumentaciones del dueño de esa mente justifique seguir haciéndolo impunemente.
Cuidado con la pobreza y la miseria mental, esas si son verdaderos azotes morales y espirituales, pues si bien importa habitar mejores viviendas, también son determinantes la cultura y la educación.
Haciendo una interpretación extensiva de un pensamiento de José Ortega y Gasset, diría que “El rancho psicológico, es un estado de miseria mental donde la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza”.
¡Ojala nadie viviera dentro de un rancho, pero lo más importante es que ningún rancho viva dentro de alguien!

Abogado
crisantogleon@gmail.com

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