domingo, 19 de agosto de 2007

EL MAESTRO DE DIFUSIÓN CULTURAL

EL MAESTRO DE DIFUSIÓN CULTURAL
Crisanto Gregorio León

El docente es y debe ser un difusor cultural por excelencia, por cuya acción se manifieste la herencia y el acervo de su pueblo en consubstanciación con el legado universal, en torno al cual gravitan las creaciones del hombre en su afán por manifestarse como un ser que genera cultura y mediante la cual se transforma junto a su entorno.
Concebida la cultura como el quehacer del hombre en cuanto al cultivo de las creaciones del espíritu en función de la utilidad trascendente e inmanente de la producción del intelecto , como huella de su paso por la tierra ; es la hermosa visión cuya alineación conceptual rompe con las deformaciones culturales que reflejan la cara oscura del ser humano al significar como cultura , el odio, la violencia , la delincuencia , la corrupción , y cualquiera otra expresión nada bondadosa que desvirtúa alguno de los caracteres de la esfera definitoria de la cultura como placentera y utilitaria en el mejor de los sentidos.
Seguramente, cuando se implementó la figura del maestro de difusión cultural, la administración educativa de la época, para aliviar la tarea del docente de aula, recogía el anhelo de transmitir a los educandos lo más representativo de las manifestaciones folklóricas de nuestra patria; aunada a la larga lista de efemérides escolares que estaban corriendo el riesgo de olvidarse, a la vez de despertar en los niños y jóvenes el amor hacia la autoctonidad, sin desvalír claro está las fechas patrias de cuyo contenido se fundamentan representaciones tradicionales enmarcadas en lo que en la escuela se denominan actos culturales; que por demás alientan en los educandos el espíritu de participación, colaboración y expresión.
Múltiples deben ser las facetas del arte, la música, el drama, el espectáculo, las manualidades, en cuya esencia e imbricados con docentes de otras áreas, constituyan en conjunto una concepción pedagógica de las tareas que les tocaría abordar a un maestro en funciones de difusión cultural y en cuya labor coadyuva el maestro de aula en lo que debiera ser una transmisión conjunta en la aprehensión de una escolaridad cultural integral.
Por lo que concebir al maestro en funciones de difusión cultural como un hacedor de carteleras exclusivamente es castrar las innumerables posibilidades de trabajo que tiene.
Lamentablemente, algunos maestros con credenciales para desempeñarse como difusores culturales, han confundido la palabra difusión con disfunción; cuando sí deciden asistir al trabajo pero no laborar, llegan ojerosos con fétido aliento alcohólico; cuando no asisten el lunes a sus obligaciones porque la resaca del fin de semana los dejó “desbarataos”; cuando no trabajan el viernes o deciden irse temprano porque es sábado chiquito y apremia empinar el codo; cuando pagan para hacer la cartelera porque el alcohol les ha restado capacidades; cuando se hacen profesionales del volante y no cumplen en la escuela; cuando antes que asumir su rol, prefieren hacer de taxistas, correveidiles o cachifos del director; cuando montan un negocito aparte y desatienden las tareas escolares pero no se les olvida cobrar el salario al Ministerio; cuando vegetan observando pasar las agujas del reloj halando la hora de salida, etc.
Innegable es la existencia de magistrales difusores culturales, pero también hay unos cuantos a quienes se les debe revisar su situación laboral por ser nada útiles a la educación, toda vez que el Estado se ve obligado a contratar a maestros interinos para atender la falta de docentes cuando hay cantidades de maestros de difusión cultural, en disfunción educativa, sin asumir el desempeño de un docente, máxime cuando en sus vouchers son clasificados como maestros de aula y la patria necesita muchos maestros trabajando y no vagos cobrando.
La realidad de muchos difusores culturales, o maestros en disfunción cultural para hacer honor a su contexto; es que jamás han dado una hora de clase en un aula, porque corrieron con la suerte y la nación con la desgracia, de que coetáneamente a su ingreso un amiguito les dio una credencial que les garantizaba cobrar sin trabajar, haciendo del ocio un negocio.

Abogado
crisantogleon@gmail.com

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