lunes, 10 de diciembre de 2007

DAME UNA PRUEBA DE AMOR


Dame una prueba de amor
Crisanto Gregorio León

Incontables veces y de manera reiterada a lo largo de la historia el novio pide a la novia una prueba de amor.
Rara vez, esa prueba es solicitada por la novia al novio, pero es tiempo de invertir los papeles y en el mejor de los casos, que sea una solicitud mutua.
Y es que esa prueba de amor involucra una verdadera entrega, un desprendimiento del propio yo en favor del otro, para el sosiego de ambos.
Con la fortaleza de una educación cristiana y moral, recibidas en la crianza familiar las pruebas de amor en el significado que de común se entiende entre novios, puede conseguir una respuesta madura y equilibrada que conserve la entereza de sus cuerpos y de su moral.
Pero en todo caso, cuando los corazones se entrelazan con la pureza de ese sublime sentimiento en el que es casi imposible detener los acontecimientos que se sucederán; porque es tan grande el embelesamiento que respiran los novios que creen morir sino concilian el encuentro ideal, aquel que los hace apreciarse como hechos el uno para el otro. Tal acción, sublime debe fusionarse también en la comunión del bienestar conjunto, en la certeza de sentirse amado o amada realmente, porque en ello se juega más que unos momentos de arrebato y ardor.
Es la responsabilidad por el hálito vital, aquel que el Creador nos ha insuflado y del que debemos ser cuidadosos administradores para entregar cuentas cuando los años nos hayan permitido disfrutar de nuestra descendencia si Dios así lo permite.
La prueba de amor se pide desde la fortaleza del propio amor, desde la certeza de sentirse amado o amada y desde el resplandor de la autoestima, porque se crea amor cuando uno mismo se quiere.
Si bien la prueba de amor, es suplicada desde el ímpetu de los seres que anhelan unirse porque se desean y se quieren el uno para el otro, constituye para muchos, solo y simplemente la posesión carnal, aunque para otros es un encuentro de dos almas que se aman y en la que otrora apuntaba a cerciorarse de la honestidad de quien se preciaba de doncella. Ahora la idea de esa prueba debe concebirse desde una perspectiva distinta o por lo menos con mayores ramificaciones, porque la sexualidad responsable implica o comporta una decisión cónsona con una perspectiva de vida sana.
En otros tiempos, la honestidad de quien pedía y quien daba la prueba de amor, involucraba en algunos casos un verdadero compromiso hasta el punto de formar un hogar, y de igual modo muchos truhanes lograban mediante el engaño seducir a incautas jóvenes que impresionadas o confiadas demostraban su afecto.
Si alguien te pide una prueba de amor y tú sabes a que se refiere, y es tan grande tu amor como para acceder a sus pretensiones, tú también debes quererte tanto como para pedirle a su vez una prueba de amor.
A estas alturas de la vida, las pruebas de amor deben ser recíprocas; nadie puede sentirse ofendido u ofendida si su novio o novia desde la fortaleza que le da el querer que se profesan, le pide también una prueba de amor. Y es allí el momento para que ambos concurran solícitos y racionalmente a demostrase mutuamente la magnitud de todas las cosas bellas que se dicen y se regalan, mediante la práctica de la prueba de amor.
Cada cual es dueño de su destino y el hacedor de su camino, pero la prudencia siempre es buena compañera, sobre todo en estos tiempos donde la turbulencia de las enfermedades de transmisión sexual está haciendo mella a paso acelerado. Por eso, y para estos fines la mejor prueba de amor es la prueba del VIH SIDA, porque es un examen que te puede salvar la vida.

Abogado
crisantogleon@gmail.com

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