miércoles, 10 de octubre de 2007

LA MISERICORDIA

LA MISERICORDIA

Crisanto Gregorio León

En nuestras vidas y en las relaciones con nuestros hermanos, el rigor de nuestras acciones puede desencadenar grandes males, de los cuales queremos escapar, pero muchas veces somos incapaces de doblegar nuestro orgullo, nuestra vanidad y nuestro prestigio ofendido; buscamos de los superiores el perdón, nos desesperamos por convencerles de que tengan piedad de nosotros, que no tiene en toda su empresa trabajador más leal y más animado con sus pensamientos, que somos lo mejor, y a veces nos escuchan y nos perdonan, pero somos unos patanes con nuestros subordinados y tiranizamos a nuestros semejantes. Así, como invocamos del cielo el perdón cuando evocamos el Padre Nuestro, al decir, "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden", tal pedimento debe ser consecuente con esa palabra, perdonar para ser perdonado.
Del evangelio de Mateo, podemos advertir una enseñanza de vida, una lección del perdón y de la capacidad de misericordia que el Señor quiere de sus hijos para con sus semejantes, para que en esa medida el Señor nos perdone por nuestras miserias.
Mateo, en el capítulo 18, versículos 21 al 35, recoge el pasaje de aquel que no perdonó a su compañero, cuando Pedro preguntó a Jesús: ¿Señor, cuántas veces debo perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: "No digas siete veces, sino hasta setenta veces siete".
Por eso, sucede en el Reino de los Cielos lo mismo que pasó con un rey que resolvió arreglar cuentas con sus empleados. Cuando estaba empezando a hacerlo, le trajeron a uno que debía diez millones de monedas de oro, el hombre no tenía para pagar, el rey dispuso que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todas sus cosas, para pagarse de la deuda.
El empleado se arrojó a los pies del rey, suplicándole. "Ten paciencia conmigo y yo te pagaré todo". El rey se compadeció, y no sólo lo dejó libre, sino que además le perdonó la deuda.
Pero apenas salió el empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas; lo agarró del cuello y así lo ahogaba, gritándole: "Paga lo que me debes". El compañero se echó a sus pies y le rogaba: "Ten un poco de paciencia conmigo y yo te pagaré todo". El otro no le aceptó. Al contrario, lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda.
Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contarle todo a su patrón. Entonces, el patrón lo hizo llamar y le dijo: "Siervo malo, todo lo que me debías te lo perdoné en cuanto me lo suplicaste, debías haberte compadecido de tu compañero como yo me compadecí de ti". Y estaban tan enojado el patrón, que lo entregó a la justicia, hasta que pagara toda su deuda. Jesús terminó con estas palabras: "Así hará mi Padre Celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
Es tiempo de perdonar y tiempo de ser consecuente con el perdón. ¡Ahora que entramos al solsticio de invierno, preparándonos para la natividad del Señor!
Abogado.
crisantoleon@gmail.com

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