viernes, 26 de octubre de 2007

AVALANCHA DE CORRUPCIÓN


Crisanto Gregorio León

Según la vigésima segunda edición del diccionario de la lengua española, la palabra avalancha proviene del francés avalanche, que significa alud, es decir, derrumbamiento de tierra. Aplícase también a la gran masa de nieve que se derrumba de los montes con violencia y estrépito o toda masa grande de una materia que se desprende por una vertiente, precipitándose por ella.
En lo que concierne a la administración de los dineros públicos y los enriquecimientos que algunos funcionarios han experimentado de manera ilícita e ilegal, por avalancha de corrupción entre tantas cosas se quiere significar el desparpajo, la depravación con que muy malos ciudadanos se regodean en la cara de todos, con los bienes muebles e inmuebles que obtienen burlándose de las leyes y de la confianza que se les ha dado.
Cuando los niveles de descomposición alcanzan tales arbitrariedades y los corruptos se pavonean con el botín delante de la gente como si nada les importara, entonces la deshonestidad, la inmoralidad y la ilegalidad es el modus operandi y eso es una manifestación de la corrupción en avalancha
Es un proceder que en nada le duele la patria, porque nada le importa la tierra donde se nace y su manifestación en cualquier organismo público es vergonzosa porque ampara el deshonor, la autoría y la complicidad en los delitos y en las violaciones a la ley. La avalancha de la corrupción es la competencia solo para las trampas, habilidad en la práctica del autismo en cuanto conviene para proteger a compinches, mientras el prestigio se cae a pedazos, donde se alcahuetean los desmanes de los protegidos o protegidas a quienes conviene mantener en silencio cómplice.
La avalancha de corrupción es también la estrepitosa presentación de la noche a la mañana, de sopetón y sin anestesia, de signos exteriores de riqueza que hacen irreconciliables los haberes patrimoniales con los ingresos salariales, son la bandera de la deshonestidad que se hondea presuntuosamente delante de todos y que a manera de un tumor maligno, lentamente invade cada fibra de un organismo.
Si la mayoría de la gente decente que abunda en la administración pública, tuviera el coraje de delatar a los pillos que no dejan elevar el país, la revolución como cambio progresista de un sistema que persigue la mayor suma de felicidad posible como diría El Libertador, podrá entonces tener el éxito deseado, que es en suma el éxito de los venezolanos.
Evocando un pensamiento del neogranadino Francisco de Paula Santander “Mi filosofía me hace vivir contento con la seguridad de que el testimonio público y el de mi conciencia, persuaden que he procurado llenar mis deberes.”. Pues bien, sea cual sea el cargo que se desempeñe, si la voz del pueblo es la voz de Dios y la opinión pública califica de indigna, deshonesta, corrupta y sin ética a una gestión por las evidencias que deja en su camino, la conciencia de ese funcionario o funcionaria jamás podrá persuadirle que ha procurado llenar sus deberes.

Abogado
crisantogleon@gmail.com

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