martes, 24 de junio de 2014

Te has olvidado de algo
Crisanto Gregorio León

Has irrespetado toda regla moral. Pensaste que si lo hacías subrepticiamente nadie se enteraría. Pero las paredes tienen oídos, bocas y ojos.  Los lugares un descubierto  avasallador. Sin embargo, con bajo perfil y aparentando corrección y honestidad te aprovechaste de la inocencia y el desconocimiento  que tu prójimo tuvo de ti. Que dicho sea de paso, no es cualquier prójimo. Le colocaste celadas en las que nunca cayó y tu corazón se ensoberbeció con el impulso de tu indecencia y te dedicaste a barrerlo de tu camino porque piedra en tus zapatos es.
Con el convencimiento de que tu descaro pasaría desapercibido, endilgaste a tu prójimo tus máculas. No bastándote con ensuciar tu propio espíritu, mancillaste con tu infame actitud la existencia y reputación de quien no sabía lo que ocurría.  Te dedicaste a llenar de oprobio su nombre, porque la depravación te mantiene sin luz en la mirada,  sin darte cuenta que llenas de oprobio tu propio nombre.
Sembraste y fortaleciste la duda en los pocos que eran sus afectos, para que tu escándalo moral y  espiritual junto con tu disoluta vida pasaran inadvertidos. Tirando la piedra y escondiendo la mamo desmantelaste su vida, traicionaste su confianza y habiendo resquebrajado su espíritu, su salud y su nombre hiciste uso del libertinaje que siempre te fue connatural pero que por un tiempo mantuviste contenido por el temor al que dirán.  Querías que no vieran como tuyos, tus impúdicos actos y por el contrario se los endilgabas a tu prójimo según tu versionada faena.
Arteramente con incógnita presencia te dedicaste a destruir su salud, su vida y su fama al amparo de lo oculto y sin levantar polvo ibas desmembrando su existencia. Le robaste todo cuanto era sagrado, incluso su capacidad de creer en alguien. Buscaste de entre tu entorno las justificaciones que te embonaran acomodaticiamente para quienes creen conocerte y que solo saben de tu apariencia y no de tu esencia. Y con la fuerza que te genera contar con amistades dispuestas a digerir tus mentiras,  entonces te erigiste en juez y verdugo, con un jurado con rostros encubiertos por cobardía o desconocimiento, para asesinar moral, espiritual y físicamente  a un inocente.
Con un lenguaje soez, fétido por vulgar y con la altanería propia de quien esconde algo y busca la aprobación de lo que sabe que está mal  con quienes ni tienen idea de lo que envuelve tu estampa.
Con la desnudez de tu escandalosa situación, enarbolaste la bandera de la traición con jactancia y vileza, mientras te yergues con un espíritu ensoberbecido corriendo en pos de tu propia condena, porque no lo adviertes y crees que has hecho grande hazaña. Rasgaste la hoja que registraba tu nombre en el libro de la vida manteniéndote en  la desvergüenza.
Crees que tu actuación pasará desapercibida como en la tierra,  ante el tribunal de Dios, pero te has olvidado de algo. ¡Te has olvidado de tu alma!
Abogado

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