jueves, 15 de mayo de 2008

Camioneta súbita y las obras del sur

Camioneta súbita y las obras del sur
Crisanto Gregorio León

Meditando sobre los beneficios que la primera autoridad de un municipio ha hecho por su pueblo, me viene a la mente el caso hipotético de aquella que al verse con la primera avalancha de dinero para una gran obra en su jurisdicción se atragantó a tal punto que su obra inaugural fue comprarse una camioneta nueva, para su uso personal y la de sus familiares. Y se repartió el botín presupuestario con la contraloría municipal y la contratista.
Aquí evoco la frase, según la cual a la mujer del César no le basta con ser honesta, sino que tiene que parecerlo.
Y desde luego no parecería honesta la actitud de una autoridad que vociferando su alta rectitud, ostenta a los pocos meses de su toma de posesión en el cargo, una camioneta de precio tan descomunal, que no podía justificar con su salario.
Pero, seguramente mis lectores sabrán que esto es pura fantasía, que es un cuento producto de una imaginación fecunda, pues no podría existir una persona con un descaro tan monstruoso, como para robarse continuamente el dinero para las obras del pueblo en connivencia con los contratistas y la anuencia de la contraloría municipal, porque en algún momento la descubrirían.
Una primera autoridad municipal que tiene su norte en enriquecerse y ensanchar su patrimonio personal y en contraposición el sur de su gestión es el pueblo, es decir, el sur es el fondo, el patio trasero donde se tiran los desperdicios, el sur es lo último, el sur es lo olvidado. Y lo peor del caso es que no tiene moral para reclamarle a los contratistas ejecutar las obras porque han sido tantos los guisos y los pimentones, en las reparticiones del presupuesto que no tiene cómo exigirles que cumplan.
Y entonces, por privilegiar sus apetencias personales colocando como su norte asaltar a la alcaldía, deja al pueblo como el sur de su obligación y este sur es burlado, es timado y es robado sin ninguna vergüenza. Y los vecinos recuerdan, aquella camioneta súbita, en la cual se paseaba y regodeaba su primera autoridad, como la mujer sobre la bestia de la cual habla la Biblia, mientras entre juramentos los engañaba tomando el nombre de Dios en vano.
¿Cuánto atropello, cuanta desvergüenza puede exhibir una autoridad? Pues bien, hará todo cuanto el pueblo le permita. Pues el pueblo debe ser el norte de su gestión y jamás debería dejarse descalabrar nuevamente como si se tratase de un polo opuesto, al sur de sus obligaciones.
Cada pueblo elige su destino y cada pueblo tiene lo que se merece, de tal suerte que el pueblo debe mantener el recuerdo intacto del origen súbito de las riquezas de su alcaldesa o de su alcalde y calibrar si lo que quiere es un gerente que tenga por norte lo mejor para su pueblo o que por el contrario tenga al pueblo como el sur, como el fondo de la casa donde se arruman los chécheres y los desperdicios.
Imagínese, cuantas cosas buenas y bellas tendría un pueblo, si en vez de una alcaldesa o un alcalde corrupta o corrupto, como en el caso imaginativo de este artículo, hubiera tenido a un gerente responsable que nada se roba y todo lo invierte en el pueblo , que durmiera con la conciencia en paz y que jamás se viera necesitado de tranquilizantes y hospitalizaciones intempestivas por problemas con los nervios cada vez que piensa que en algún momento le descubrirán y le harán preso o presa para purgar sus delitos en la cárcel.
Abogado
crisantogleon@gmail.com


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