domingo, 22 de noviembre de 2020

Corrupción y el número áureo

 Corrupción y el número áureo

Crisanto Gregorio León 


Entraré a explicar el epígrafe diciendo que el número áureo no es por lo general el doliente de una industria, empresa o institución, pues el doliente es el primer interesado en mantener la credibilidad ética de su corporación. A veces el número áureo es algún otro empleado enmantillado que nos ha sorprendido en nuestra buena fe.

Las virtudes éticas de las personas que integran una corporación, sea de naturaleza pública o privada, y su filosofía de desempeño son la imagen y el rostro de esa organización. Ello es corroborable cuando la solvencia moral o el desempeño ético de cualquier organización gana y cobra prestigio por la imagen de una sola persona, a la que han seleccionado como el rostro visible de la corporación por su buen nombre y su buena reputación.

Es allí cuando se presentan las excusas: es que un solo hombre o una sola mujer no es la corporación. Y seguramente esa argumentación pondría a cavilar a más de uno, pero cabe preguntarse: Si la ética de una corporación mantiene su elevación y alta moral por el prestigio de uno de sus miembros, quien funge muchas veces como el número áureo, entonces, ¿por qué no ha de funcionar en sentido inverso? ¿Qué hace la corporación para corregir esos comportamientos antiéticos y a veces hasta ilegales que deslucen al resto de sus miembros?

Hacer caso omiso del comportamiento antiético y hasta ilegal de un solo miembro de la corporación es propugnar el desprestigio de esa institución u organización y su decadencia en todo nivel, con lo que se corre el riesgo de que ante tan soberana incorrección pueda desaparecer o tomar otro giro que no fue el pensado al crearse o fundarse.

No se puede violar la ética bajo el pretexto de actuar con ética cuando la actuación del algún rostro visible de un organismo -apenas una sola persona- es el que enarbola de manera temeraria e irrespetuosa la bandera del deshonor. Que, repito, puede tratarse solamente de algún empleado enmantillado que nos ha sorprendido en nuestra buena fe y que mantiene su operatividad con un equipo agazapado.

¿Por qué enmantillados? Porque son inocentemente respaldados por los dolientes sin saber que amparan el flagelo que todo lo arropa, que todo lo toca y que todo lo corrompe. Como siempre digo, toda mafia tiene tentáculos y siempre se corren riesgos.

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