jueves, 3 de diciembre de 2009

Sotana y cuello romano

Sotana y cuello romano

Crisanto Gregorio León

 

            La feligresía católica experimenta un fenómeno de migración a otras religiones. Son muchos los que han encontrado satisfacción de sus expectativas espirituales en la Iglesia Evangélica o han preferido convertirse en Testigos de Jehová, o desencantados por la fe en la que nacieron, ya ni siquiera profesan un credo y han pasado a ser ateos o masones; sin contar aquellos por cuyas peores circunstancias practican rituales "nada santos".

             Los sacerdotes católicos parecieran haber olvidado que no basta con quedarse en la iglesia esperando a los piadosos. Han descuidado ir a buscar las ovejas para Cristo, por lo cual deben acudir a los barrios primordialmente; pisar las calles predicando el evangelio. ¡Salgan del recinto,  de la edificación, caminen, visiten las parroquias y caseríos! 

            Los Cristianos Evangélicos,  como los Testigos de Jehová salen en campaña, de puerta en puerta, a cada barrio y comunidad; haciéndose sentir y dando a conocer el mensaje de Cristo. Los Gedeones obsequian el nuevo testamento, la iglesia católica y otros "cristianos" venden la Biblia. La diferencia es abismal.

            En una práctica cada vez más acentuada, algunos sacerdotes de manera heterodoxa ni usan el confesionario, por lo que ya no hay reserva respecto de la identidad de quien se confiesa. Esto podría y puede aceptarse como una modalidad donde los pecadores enseñan el rostro a su confesor. Sin embargo para unos es preferible el secreto de la confesión aparejado con el anonimato del pecador. Pero de todo hay en la viña del Señor.

Hasta lo sagrado se ha convertido en obsceno.

Una piadosa alarmada me refirió de su vicario, como un sacerdote insolente y mal hablado en la misa y en la homilía,  que pareciera no tener tiempo durante la semana y utiliza el momento de adoración a Nuestro Señor Jesucristo para el aseo corporal, pues coetáneamente en el lapso de la confesión se corta y lima las uñas, mientras los fieles hacen fila en afán de desnudar su alma. Y al final, como para cerrar con broche de oro,  se hace higiene nasal delante de toda la feligresía.

Entonces cabe preguntarse ¿Permitiría el sacerdote que algún asistente  a la misa, decidiera cortarse las uñas y romper la quietud del lugar con el sonido del cortaúñas en plena consagración?

La sotana y el cuello romano deben ser signos de entrega religiosa.

 

 

Abogado

crisantogleon@gmail.com

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