miércoles, 1 de abril de 2009

PADRECTOMÍA/Crisanto Gregorio León (*)



miércoles, 01 de abril de 2009
Siempre pensó que era perfecta, que no era como el común de la gente y pasó por alto que era carne susceptible a las debilidades y flaquezas de todo ser humano.
La sigue queriendo, pero mentalmente la inmola y suprime. No existe el retorno, nadie se retractará porque es una lucha que trasciende las conceptualizaciones valóricas. La conversión es potente porque aflora su sentido depredador y los instintos de sobrevivencia se anteponen al afecto y los elementos de prelación prevalecen.
La inmoviliza y la envuelve en una telaraña, la encadena en los laberintos zigzagueantes de su mente. Está sentada en el averno, esperando el veredicto de Dios.
Existe un problema jurídico relacionado con la relación directa y regular: la presunta víctima no puede tolerar que el padre continúe manteniendo un vínculo de cercanía y afecto con los hijos, sino que predispone, condiciona, utiliza, aliena y enajena la mente de ellos, haciéndoles creer que el padre es un ser detestable y malvado.
Hace desaparecer la figura paterna y la invisibiliza, convirtiéndola en alguien abyecto al que se está prohibido amar. En casos específicos la madre no sólo destruye la imagen paterna, sino que la asesina afectiva y conceptualmente. Los hijos están convencidos que nunca tuvieron padre.
En virtud de estar ciega de rabia y animada por un espíritu de venganza por su intolerancia frente a la ruptura, al engaño y adulterio que estimuló. Moviliza a todo un sistema, a toda una estructurada nomenclatura del Estado, en un acto puramente demencial.
Los días transcurren lenta e imperceptiblemente y su estado anímico comienza a oscilar entre el cielo y el infierno.
Vagando por las calles caminó por las plazas dibujadas de piedra. Nunca una mañana ni unas calles fueron más largas e intensas.
Pendiendo del azar, sus hijos y su mujer cruzan el umbral de la prudencia; porque no se cimienta en nada sólido ni genuino, sino en el rencor y despecho de mujer presuntamente dolida y adulterada, y no precisamente en la mujer que sufrió adulterio.
Y no sabía por qué estaba más triste, si por su muerte inminente por la enfermedad que padecía o por la pérdida de aquella importante y trascendente persona como concibió siempre a su mujer o por las mentiras en su contra. Sin el apoyo de su amada esposa, su estado anímico y emocional se fracturó.

(*) Abogado

No hay comentarios: