viernes, 12 de septiembre de 2008

!CUIDADO VECINO!

¡Cuidado vecino!

Ciertamente el dicho: más vale un buen vecino, que un hermano lejos; refleja la solidaridad cuando se necesita una mano amiga y el sentido de colaboración entre quienes comparten una comunidad, donde todos velan por la tranquilidad, armonía y bienestar local; surgiendo sentimientos de afecto y confraternidad. Siendo determinantes los ejemplos y las costumbres. Por su influencia en la forma de vivir, un antiguo adagio nos advierte que antes de tomar casa donde morar, se debe mirar su vecindad.
A veces quien no te imaginas puede devastar la moralidad de los hijos, aparentando una amistad bajo el cobijo de una alcahuetería y solapamiento de los malos hábitos como si estos fueron los buenos.
Cómo pueden los hijos pensar que los padres preocupados por ellos desde su nacimiento, dándoles protección, amor, estudios, educación, alimentos, invirtiendo toda una vida en hacerlos hombres y mujeres de bien, puedan querer algo malo para ellos o aconsejarles en su perjuicio. Si bien nunca falta quien de un buen consejo, tampoco falta un perverso que se aproveche de los momentos de vulnerabilidad de los hijos por alguna contrariedad en el hogar, para fingirles amor y afecto, infiltrándose en sus cerebros desfigurándolos como si fueran plastilina.
En ese entramado hamponil los impulsan a robarse objetos de su propio hogar, para adquirirlos luego a un costo que ni siquiera alcanza una octava parte de su precio real y en un despliegue criminal surten sus casas con lo despojado a los vecinos y se hacen pasar como buenos ciudadanos, cuando en realidad están enmascarados.
Puede tratarse de personas con o sin estudios, que alimentan su impulso delincuencial pervirtiendo a los jóvenes celebrándoles los malos hábitos o dándoles perniciosos ejemplos para tenerlos como proveedores seguros de objetos a bajo precio, destruyendo la tranquilidad y el patrimonio familiar.
Este tipo de personas además de ser responsables penalmente como actores intelectuales y aguantadores por recibir y comercializar objetos robados, son también destructores de las bases morales que los padres luchan día a día para inculcarle a los hijos. Son tan macabras y criminalmente bizarras que logran poner a los hijos en contra de los padres, usándolos en sus propósitos criminales y carcomiendo todo el trabajo de educación y el esfuerzo del hogar.

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