La
ética de las intenciones
Crisanto Gregorio León
A diario encontramos en gente
adulta y profesional incluso, conductas llenas de crueldad, de venganza sin
motivo.
Cuando
asumimos una postura en cualesquiera de las áreas en las que nos desenvolvemos,
sea en el ámbito familiar, en el trabajo o en nuestra vida diaria de relación
con el común de la gente, en fin en nuestro mundo; aquel que está marcado con
nuestra esfera de influencia o en el cual podemos dejar una huella, es prudente
examinarnos, autoevaluarnos y preguntarnos si esta o aquella “nuestra opinión”
o aquella o esta forma de plantear los sucesos, o la manera como nos hacemos
sentir, es o no es honesta.
¿Acaso
nuestra forma de proceder es consecuente éticamente con unas intenciones puras
y limpias, producto de una volición sana, diáfana?, ¿o acaso nuestro proceder
está lleno de inquina, o dirigido por otra conciencia?
¿Cuál
sería esa otra conciencia? Pues bien,
podría tratarse de que nuestros actos no obedezcan a la propia voluntad sino a
la voluntad de otro u otra, caso en el cual estamos siendo usados y utilizados
como títeres por la subjetividad de quienes agazapados o agazapadas tiran la
piedra y esconden la mano.
¿Son
honestas nuestras observaciones porque son el resultado de un apego al deber
ser? ¿O acaso nos dejamos llevar por el
pensamiento más procaz de otro u otra que interviene subrepticiamente?
Ponga
a rodar su imaginación y solo por un momento plantéese un hipotético caso de
dos amiguitas que quieren escarmentar a alguien porque se piensan justificadas
en sus fantasías juveniles de creerse merecedoras de que todo el mundo tiene
que avenirse a sus caprichos y una sirve
de verdugo escondido y otra de brazo ejecutor. Que en el caso de ser ellas
adolescentes se podría entender el grado de inmadurez y requerirían del consejo
de gente adulta más ganada para el crecimiento personal y la evolución
espiritual.
Pues
bien, a diario encontramos en gente adulta y profesional incluso, conductas
llenas de crueldad, de venganza sin motivo, que plantean pareceres que le son
ajenos porque realmente sus corazones son de buena fibra de herencia amorosa,
pero que se dejan influenciar por amiguismos y no atisban que lo que hacen no
es correcto, no es justo y no obedece a lo que Nuestro Señor Jesucristo quiere
de nosotros como hijos de Dios.
Profesor Universitario /Abogado/
Periodista / Escritor
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