El pecado del becado
Crisanto Gregorio León
La filosofía que inspira la entrega de una ayuda económica o financiamiento para cursar estudios; es precisamente eso, para cursar estudios previa satisfacción de ciertos requisitos.
Y aunque esta aseveración parezca una tautología, en puridad no lo es; si nos percatamos de la cantidad de becados o becarios que se han tomado la beca como una patente de corso para no estudiar. ¿Y como es esto? . Bueno, sencillamente no asisten a clases y se aparecen a último momento haciendo pucheros o con los ojos lastimeros arguyendo que si no se les aprueba la materia, entonces perderán la beca.
Otros simplemente asisten, calientan el pupitre, toman las clases con el mayor desinterés y con una holgazanería intelectual que causa crispación; esperan que trascurra el trimestre o semestre para exigir una nota, bajo la argumentación de que si no se les aprueba la materia, entonces perderán la beca.
De tal manera que proceder bajo estos parámetros, es blandir la condición de becado para apoderarse de un título sin pena ni gloria; por medios ilícitos, inmorales o no éticos.
La beca debe ser para quien efectivamente dedica tiempo al estudio, para quien además de asistir a clases, se sienta a leer libros, practica ejercicios, hace tareas de campo, investiga, pone en movimiento la cognición y al momento de ser evaluado demuestra que ha estudiado; no para quien anda con un carné ufanándose de estar inscrito en tal o cual universidad y no hace el mínimo esfuerzo intelectual para justificar la ostentación de un financiamiento que le puede hacer falta a otra persona.
Los méritos académicos, la brillantez intelectual y la dedicación a los estudios que en otros tiempos justificaban el otorgamiento y mantenimiento de una beca, se ha metamorfoseado en desinterés, apatía y “viveza criolla”.
De esta forma se corre el riesgo de que egresen titulados de las universidades, personas que sin estudiar hacen la carrera obteniendo sus calificaciones bajo la misma argumentación “ay profesor, si no paso la materia me quitan la beca”.
Un egresado bajo estas hipótesis, se desluce a si mismo, a sus profesores y también a su “Alma Mater”.
De modo que la beca y el becado deben cobrar su dignidad; la primera como un premio al estudiante por su alto rendimiento y el segundo haciendo honor a la confianza que se le ha depositado.
Nobleza obliga decir, que no son todos los que están, ni están todos los que son, pero son tantos que causa pena.
Abogado
crisantogleon@gmail.com
martes, 11 de mayo de 2010
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