Son muchas las situaciones en las relaciones interpersonales que se encumbran en una oficina, desde la anhelada total armonía, tal vez utópica pero deseada y buscada, en la que todo fluye con alegría, confianza y naturalidad de ánimo y otra la guerra encubierta donde se desatan agrios desencantos porque algo no está marchando como se aspira. Y voy a ser claro en este punto, porque la deshumanizada actitud de alguien, el despotismo y la prepotencia de un liderazgo artificial solo generan rostros desencajados y espíritus afligidos; propiciando que la gente le saque el cuerpo a quien que no goza de ascendencia por ser camaleónica tiranía. Y tal vez le dirijan la palabra o le escuchen o inevitablemente les toca verle el rostro porque no queda de otra. Pero se trata de jefes o jefas no deseados y que debilitan el buen ánimo por hacer el trabajo con alegría.
El rendimiento del personal es mayor cuando tiene un jefe o jefa que es auténtico o auténtica. En el sentido de tratarse de una persona transparente, donde la diafanidad y el dialogo sean atributos para no pisotear la dignidad de nadie. Y donde la expresión “trabajo en equipo” no obedezca a artimañas para enseñorearse y burlarse de la dignidad ajena. Porque en realidad el jefe o jefa no cree en el trabajo en equipo, sino en humillar y denigrar a quienes tienen obligatoriamente que adherirse porque necesitan un trabajo, porque es su sustento y del que come otra gente y hasta el enfermo de la casa y por efecto de este liderazgo despótico deben quedarse silentes y sin poder ni siquiera hacer uso del derecho a la defensa, tampoco poder expresar sus ideas porque son avasalladas por delirios de grandeza y demenciales jugarretas de la mente de un jefe o jefa.
Pero al encontrarnos con gente de doble cara, y no precisamente como el Dios Jano de la civilización romana que miraba simultáneamente hacia oriente y occidente y en ello lograba equilibrar el cosmos. Sino de antilíderes que insisten en doblegar el espíritu humano -incluso de quienes fueron sus compañeros de labore - , para mantenerse en el puesto muestran una cara bonachona a quienes les colocaron de jefe o jefa mientras haciendo alarde de su circunstancial autoridad tiene un rostro desagradable y un alma autoritaria para con el personal. Y a diferencia del Dios Jano, esta doble cara causa desequilibrios en la oficina y en el ambiente laboral. A veces es un secreto a voces.
Los déspotas se sostienen por el engaño y la maldad que manejan astutamente, a veces por la ingenuidad de gente buena que cree en ellos o ellas. Pero mientras el déspota ríe muchos sufren el agobio y el agravio de una personalidad perturbada y perturbadora.
Dale poder a un hombre o a una mujer y conocerás su verdadero carácter y conocerás su verdadero corazón. Esta situación me recuerda a la persecución de los cristianos y una expresión del tirano emperador Nerón, quien con un alma dañada expresó “si tuvieran una sola cabeza se las cortaría de un cuajo”. Así un jefe o jefa perversa, mantiene la crispación en la oficina subestimando a las personas y no las percibe como equipo ni como prójimo, sino como contrincantes a quienes hay que vencer y sojuzgar. ¡Habrase visto! ¿Acaso amigo lector, estás viviendo algo parecido?
3 comentarios:
Excelente articulo.
Excelente articulo.
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