¿Estás
siendo la mejor persona que puedes ser?
Crisanto Gregorio León
Recuerdo al
Dr. José Gregorio Hernández, mi epónimo
cuyo nombre llevo y cuyas virtudes principales, fueron la caridad, la
bondad, las buenas acciones, la actitud amorosa hacia los enfermos y los
necesitados, el desinterés personal en obsequio a los demás, no se hacía de
rogar ante la aflicción de quien a él recurría. No era un hombre de guardar
silencios perjudiciales para no atender a quien a él acudía. Siempre daba
respuestas amorosas y para dar su mano amiga y su ayuda no distinguía incluso
entre quienes lo querían y entre quienes lo adversaban. Veía en cada ser humano, al propio Cristo,
amaba al prójimo como se amaba él mismo, aunque misericordemente se entregaba al descuido de su propia persona
para ayudar a otros.
Un hombre de
Dios, de sinigual compostura y espíritu de entrega, devolvía incluso en
repetidas ocasiones sus honorarios al ver la necesidad de su hermano y con una mirada clara llena de bondad.
Corren tiempos
en los que nadie está mirando atrás para
perjudicar a otros, y no solo no ven hacia atrás, tampoco ven hacia delante, cuando deban dar cuentas a
Dios de sus actos. Todos nos creemos de
hierro y que nunca moriremos, pues los otros son los que morirán. ¡Que engaño!
¡Que terrible!
, cuanto desconsuelo debe experimentar el Señor de los cielos, cada vez que se
violan sus mandamientos, especialmente cuando se violan intencionalmente. Sobre
todo cuando se selecciona exprofeso a quien perjudicar de manera abierta o
encubierta. De tal forma disfrazada para
que nadie se entere, de bajo perfil, concediendo favores a otros para sentirse
aliviados de culpas, pero ensañándose con uno o unos en particular.
Podemos leer
en Marcos 12:31 “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El apóstol San Pablo lo
recuerda: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no
adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos,
se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no
hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13,
8-10).
Saber y
constatar que hay quienes de manera fría y calculada o bajo un silencio
cómplice que los convierte en autores hacen o dejan hacer infamias e
injusticias a sus hermanos o semejantes y cuyas sonrisas por la maldad que
envuelven solo es aplaudida por el propio lucifer.
Nadie quiere
asumir el mal que hace o que deja que otros hagan por ellos o se presta para
hacerlo y sabiendo que llegará el
momento en que estén ante el tribunal de Dios,
se desentienden de eso creyendo que nunca llegará el juicio y el Señor
exclamará: ``Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí, todos los que
hacéis iniquidad”. Allí será el llanto y el crujir de dientes.
Si pensáramos
sobre todo el tiempo que permaneceremos muertos, seríamos mejores personas el
poco tiempo que permaneceremos vivos.
Profesor Universitario
2 comentarios:
Excelente artículo.La formación cristiana es indeleble y regocija a quien la sigue.
Excelente artículo.La formación cristiana es indeleble y regocija a quien la sigue.
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