Crisanto Gregorio León
Con certeza usted ha escuchado alguna vez esta expresión, “nadie te pidió que lo hicieras”. , o alguien se la ha empuñado en su rostro como un argumento para desconocer su bondad o su buena acción.
Esa satisfacción espiritual que se siente en hacerle bien a alguien, pretende ser nublada con un verbo vejatorio e ingrato.
Y es que la persona desagradecida carece en su mente y en su corazón de los ingredientes necesarios para dimensionar la grandeza del espíritu de quien realiza gestos de amor y de entrega hacia ella. El desagradecido tiene un corazón sin memoria.
Para la soberbia del desagradecido, lo que haga el otro o la otra en su bien no tiene ningún valor y para nada cuenta; si no quiere reconocer que alguien le ha hecho favores o continuamente se ha amparado en los gestos y actos de amor de un benefactor.
No está bien desdeñar de las personas de quienes recibimos el bien, pues toda esa bondad que nos entregan y nos prodigan; con toda la energía divina que ellas comportan, podrían agitarse peligrosamente en nuestra contra como castigo por la maldad de un corazón desagradecido.
Si bien la manifestación del amor cristiano, ha de hacerse sin pedir nada a cambio; tampoco es justo que quien hace el bien, reciba de vuelta un acto de crueldad. Por eso ante el olvidadizo corazón del desagradecido bien vale la pena presentarle la lista de lo que ha recibido, de lo que ha aprovechado y de lo que se ha servido; y que acomodaticiamente quiere desconocer; para por lo menos estremecerle su alma, a ver si se salva; pues de desagradecidos está lleno el infierno.
De igual modo, cuando se hace el bien, o se conceden favores; estos deben caracterizarse por la buena deposición del ánimo en la entrega y en la acción, para que su manifestación esté invadida de buenas energías; pues no se agradece lo que se hace de mala gana o con el corazón lleno de hiel. Eso no merece agradecimiento, porque no se hace con amor sino con odio.
También "Es muy común recordar que alguien nos debe agradecimiento, pero es más común no pensar en quienes le debemos nuestra propia gratitud" Johann Wolfgang Goethe.
Ciertamente los favores no se hacen para que se agradezcan, sino por la convicción y la bondad del corazón, pues el favor pierde su esencia cuando el interés malsano lo impulsa. Pero tampoco hay que ser mal agradecido y devolver mal por bien. Muchas veces la gente recibe el favor de alguien y le devuelven desagradecimiento y hasta traición.
Un pensamiento de Martín Luther King recoge parte de este comportamiento humano: “Nada se olvida más despacio que una ofensa; y nada, más rápido que un favor”.
Abogado
crisantogleon@gmail.com
sábado, 27 de agosto de 2011
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