miércoles, 19 de marzo de 2008

LAS PLAZAS DEL VECINDARIO Y EL PM10

Las plazas del vecindario y el PM10
Crisanto Gregorio León

Los municipios que desarrollan una política medio ambiental consuna con los requerimientos para la protección del ecosistema y el resguardo de la salud de los vecinos, propenden al absoluto respeto de la plaza pública como espacio libre de solaz público o que tiene por objeto descongestionar o regularizar el tránsito.
Últimamente las plazas públicas de los vecindarios municipales están siendo invadidas por líneas de taxis que bajo el pretexto de suministrar un servicio público, someten a las familias a agentes contaminantes altamente nocivos para la salud humana.
El taxista al estacionar su automóvil en las áreas verdes de la plaza pública o incluso encima de la plaza, está violando las ordenanzas municipales que conciben estos sitios de solaz para el uso de los vecinos en su derecho de tener un pulmón de vida y un sitio de encuentro de los moradores.
Peligrosamente contaminante para el aire es una sustancia diminuta pero letal, el PM10, que proviene esencialmente de la combustión de los carburantes vehiculares y el polvo de la tierra. Es altamente nocivo y, por su reducido tamaño, entra en el sistema respiratorio y se acumula en el organismo. Sus secuelas en la salud se advierten en el largo plazo. “Cuando seamos ancianos tendremos más dificultades para respirar por la aspiración de estas partículas muy finitas compuestas de tierra y de residuos de los escapes de vehículos, por la quema de la gasolina. Es el humo que se ve salir de esos tubos”.
Cuando las flotas de taxis invaden las plazas de los vecindarios están atentando contra la salud de sus habitantes, pues perturban aún más la ya contaminada composición del aire, añadiendo el humo de los escapes de los vehículos, arrebatando el poquito de aire limpio que los padres y madres de familia, los niños, niñas y adolescentes podrían inhalar en las plazas, sin la presencia nociva y constante de los vehículos dentro de ella y en las áreas verdes.
Imagínense una constante entrada y salida, de taxis en las plazas municipales y de las parroquias, exponiendo a las familias a las enfermedades respiratorias, las afecciones oculares y la presencia en su sangre de un gas inodoro, incoloro, inflamable y altamente tóxico: el monóxido de carbono producido por la combustión del carburante de los vehículos. Además del tiempo que permanecen estacionados incluso con los motores encendidos despiden el peligroso elemento PM10.
El PM10 hace presencia en el plasma sanguíneo; estableciéndose una directa relación entre los niveles de otros dos compuestos químicos dañinos contenidos en la atmósfera, el dióxido de nitrógeno y el ozono, con males respiratorios como la inflamación de los bronquios en los pulmones (bronquitis); los estornudos, picor, obstrucción, secreciones nasales y falta de olfato (rinitis); y el asma, caracterizada por la inflamación del aparato respiratorio, lo que provoca una severa dificultad en la inhalación de aire.
Este compuesto es un gas tóxico, irritante y que afecta al sistema respiratorio. La exposición breve, en altos niveles, causa daños en las células pulmonares, mientras que en un más largo lapso puede provocar cambios irreversibles en el tejido pulmonar.
El municipio debe velar por el correcto uso de las plazas y por la salud de sus vecinos. Situaciones como estas violan, desde la Constitución Nacional, la Ley Orgánica del Ambiente, la Ley Penal del Ambiente, la Ley Orgánica de Protección del Niño, Niña y del Adolescente, además de las ordenanzas municipales, junto a una cola de leyes de nuestro ordenamiento jurídico y tratados internacionales.

Abogado
crisantogleon@gmail.com

jueves, 13 de marzo de 2008

UN COPP PARA GENTE DECENTE

UN COPP PARA GENTE DECENTE
Crisanto Gregorio León

Nada es definitivo, sin embargo el corte humanitario, respetuoso de los derechos humanos, el avanzado pensamiento del legislador y la vanguardista filosofía que lo inspira, hacen del Código Orgánico Procesal Penal venezolano un código concebido para gente decente, para gente honesta, para gente que circunstancialmente por algún revés pudiera verse envuelto en un asunto indeseable. Está pensado pues, para una sociedad de alta civilidad, de gente respetuosa de las leyes, de gente que ha superado en grado sumo estados de barbarie mental y que perciben la sociedad como una organización ideal para la convivencia fraternal, con arreglo a pautas de estructuras donde la libertad es un bien muy preciado y donde la inocencia es garantía de la visión del juzgador, en tanto que la criminalidad sea un asunto excepcional.
Como se puede colegir, es un código de alta factura, creado con la mejor disposición del ánimo del legislador, que en su diseño posiblemente se quedó corto en la apreciación de algunas figuras e institutos pero que en su espíritu, propósito y razón se dejan dimensionar las elevadas bondades que constituyen las herramientas para la delicada tarea de administrar justicia.
De tal forma que es un código ex profeso para una sociedad civilizada - si es que cabe esta construcción gramatical - , y no para la incivilizada sociedad a que es destinada su ejecución y administración día a día.
Y no pudiendo el legislador crear un código para gente decente y otro para gente que no lo es, por cuanto además de ser altamente discriminatorio, sería un inaudito instrumento de represión, violatorio de los mas elementales derechos del hombre y de todos los criterios universales en materia del derecho penal, como sucedió con la tan mal usada y ya derogada Ley de Vagos y Maleantes; entonces la unicidad de criterios son recogidos en un solo cuerpo que estatuye los parámetros adjetivos del juicio.
Esta fortaleza orgánica que constituye la sustancia del COPP como instrumento de avanzada legislativa y su romántica visión son fracturadas por quienes divorciados de la sociedad arriba descrita, se aprovechan de las ventajas procesales que ofrece y logrando fragmentar sus prístinos ideales, su profunda filosofía respetuosa del hombre, de la libertad y de la presunción de inocencia, se acorazan ante tan noble instrumento logrando evadir la mano de la justicia.
Desgraciadamente el COPP “es mucho camisón pa’ Pepe”, es de un material jurídico intelectual muy costoso y sofisticado en la evolución del derecho procesal penal, incongruente con la naturaleza criminal que azota a nuestra Patria. Dicho plásticamente, nuestro COPP es una figura convexa que forzadamente se quiere ensamblar en otra figura convexa, o viceversa es una figura cóncava que se quiere acoplar a otra cóncava. Por lo que se requiere de una regulación procesal penal cóncava-convexa, que encaje con la naturaleza sociópata y criminal del delincuente que está y ha estado socavando la salud mental y espiritual del venezolano, su derecho a la tranquilidad y a vivir sin sobresaltos, una disposición adjetiva penal que infunda temor al delincuente , que devuelva el derecho de transitar libremente sin miedo a ser atracado , violado o asesinado, un instrumento que sin dejar de ser compendio de humanidad , no permita que las leyes sean burladas , por ser extremadamente blando y de naturaleza osmótica invertida , dejando fuera al delincuente y encarcelando al inocente .
Así los delincuentes redefinieron las siglas del COPP y lo utilizan como un manual de: Cómo Omitir el Proceso Penal.
Abogado
crisantoleon@gmail.com

UN TERCERO QUE RÍE

Un tercero que ríe
Crisanto Gregorio León

Decían los antiguos romanos que entre dos que pelean hay un tercero que ríe. En ello, el concitador que es el tercero que se alegra de los males que causa; se las ingenia hasta para pasar desapercibido, actúa sobre seguro, manteniéndose la mayor de las veces oculto para uno de los contrincantes, pidiéndole al otro la especial reserva de lo que le dice o de lo que le advierte respecto del aquel o aquella, generando grande crispación entre quienes mantenían una relación amistosa, fluida o por lo menos cortés. No importa si la relación es incipiente o de larga trayectoria, el concitador la truncará y reirá por su hazaña.
Momentos hay donde una persona no sabe ni siquiera por qué otra le plantea pelea o por qué le responde a la defensiva, o por que está enojada o le ha quitado el habla o el respeto y la consideración que antes le tenía y se miran con desconfianza y sobresalto. Mientras hubo un tercero que calentó los ánimos para enfrentarlos o enemistarlos porque los celos y la envidia se apoderaron de su corazón.
El concitador puede actuar al descubierto, sin esconder sus malas intenciones o puede plantear un juego oculto, amparado por la malicia o el enmascaramiento, provocando grandes perjuicios a otros desbaratando su tranquilidad y en ello se va hundiendo en sus frustraciones postrando cada vez más su alma como reflejo de sus desdichas.
Los seres humanos somos emocionales y de manera instintiva respondemos complejamente cuando nos sentimos amenazados o alabados en nuestros egos. En el primero de los casos las adversidades suelen injustamente dañar a quien inocentemente desconoce que un juego sucio se cierne sobre él o ella, que no es otro que la manipulación del concitador, que ha soliviantado los ánimos de uno o de unos en perjuicio de otro u otros.
Más de una vez hay quienes han sufrido la estocada artera de quien ha concitado en su contra para destruirlo o dañarlo a la vista de muchos o de quienes le pudieran haber tenido especial estima y de pronto sin explicación se ve envuelto en una vorágine de injusticias, todo por la acción de un tercero que ríe maquiavélicamente.
Los romanos aconsejaban “no ser indulgente con el hombre o la mujer maliciosos”, ellos siempre actúan con segundas intenciones y no precisamente de manera subliminal, por el contrario son gráficos y muy detallistas respecto de aquello que quieren hacer creer o trasmitir, e incluso pueden hasta jurar en vano para proteger con un presunto blindaje de honor o religioso, lo que realmente lleva el sello del deshonor, la mentira y la aberración.
Y lo peor del caso es que mediante una disfuncional forma de asumir la vida y los acontecimientos, el concitador está convencido de ser una persona llena de virtudes, percibiendo la realidad de manera retorcida, crea su propia silueta de los sucesos y nunca se ajusta a la verdad, sino que desarticula las circunstancias para obtener un reflejo simulado que encaje maliciosamente en su opinión y falsedad.
Para San Agustín de Hipona, una virtud simulada es una impiedad duplicada: a la malicia se une la falsedad.
Por eso cabría preguntase cuál es la verdadera motivación de quien se dedica a indisponer a unos contra otros. ¿Qué esconde y cuál es su intención?
Abogado
crisantogleon@gmail.com